42#Una Pesadilla

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Alaia McCartney.

Pasaron los días y Daniel ni siquiera me hablaba cuando me veía por el instituto...No entendía nada, todo esto fue una tontería por la cuál no deberíamos de estar así... Habían pasado tres días desde lo ocurrido, traté de hablar con él de mil formas, y ninguna me bastó, si esto era una ruptura creo que debería de ser mejor, no así sin más. Necesitaba hablar, necesitaba algo... 

Esto me estaba superando, y me sentía fatal... Había estado todos estos días sin dormir, incluso sin comer, solo llorando y sientiéndome cada vez peor por la maldita confusión. Mi mente no dejaba de hacer preguntas. ¿Qué habré hecho tan malo como para llegar a este punto? ¿Estará bien? ¿Habrá dejado de quererme y por eso estamos así? ¿Tendrá problemas en su casa?

La duda me estaba consumiendo poco a poco,  y ya no aguantaba más... Marqué su número telefónico en mi móvil, y esperé a que él me atendiese, pero nada, así que decidí mandarle un mensaje. Era tarde, pero no lo suficiente como para que estuviese dormido, pero aún así, visto lo visto, él no quería hablar sino ya se hubiese puesto en contacto conmigo. Mi último mensaje fue ayer a las dos de la madrugada, y estoy segura de que hoy a lo largo del día habrá visto mi mensaje, pero ahora mismo el orgullo no me importaba mucho, y fue por eso por lo que le escribí solo que esta vez, de una forma distinta.

"No se que clase de juego es este, pero creo que me merezco una explicación. Estoy cansandome de ir detrás de ti a todas horas, espero un poco de interés de tu parte, pero nunca hay, aún así con este último mensaje mantengo la esperanza de que vas a tener la valentía de al menos responderme."

Le di a mandar y dejé el móvil en la mesita de noche. Si me respondía, no se merecía que yo le contesara al segundo. Me bajé al salón, y como de costumbre, solo estábamos Matheo y yo, junto con su novia Alice.

Echaba de menos a mi madre... Solo la veía para comer, un ratito por la tarde y para la cena, pero bueno, últimamente trabaja más de lo normal porque ahora tienen más trabajo en la agencia y le cambian los turnos, así que solo me quedaba esperarla y disfrutar de ella aunque tan solo sean cinco minutos.

Se me ocurrió la idea de ir a comprar algo de cenar y prepararle algo rico, así también evitaba ser la sujeta velas de mi hermano. Agarré mi bolso en el cuál tenía el dinero, cogí una chaqueta y después de decirles adiós, salí para ir a comprar.

Cuando llegué al supermercado recorrí los pasillos de este mientras que pensaba que podía cocinar, y decidí hacerle nada menos que su comida favorita. Ensalada de pasta y pollo. Agarré todos los ingredientes necesarios mientras que los iba echando uno por uno en una cesta, y cuando ya tenía todo, le pagué al empleado el dinero correspondiente para después irme con las bolsas de la compra. 

Caminé hacia mi casa, mientras que intentaba memorizar como se hacía la comida, ya que no es algo que tenga muy ensayado. Cuando llegué a mi casa elevé una ceja al ver que la puerta estaba abierta, entré dentro y de pronto sentí como mi pulso se aceleraba al ver a Daniel de una forma que jamás pensé que iba a ver.

Estaba besando a Alice.

Las bolsas que llevaba en ambas manos se me cayaron al suelo al ver esa escena y el sonido de estas al caer hicieron que ambos dirigían su mirada hacia mi.

— Alaia...— Dijo Daniel y comenzó a negar con la cabeza. — No es lo que crees. Por favor, déjame explicarte.— Me dijo mientras que se acercaba a mi.

— Fuera... — Dije en un susurro. 

— No, por favor, he venido porque quería hablar contigo.

— ¡Fuera! — Dije en un tono mucho más alto mientras que intentaba retener las lágrimas.

— Yo... Creo que es mejor que me vaya. — Dijo Alice mientras que salía por la puerta. Lo peor de todo respecto a ella, es que además de que estaba sin camiseta, se escuchaba el sonido del agua salir de la ducha de la habitación de Matheo.

Daniel seguía ahí parado justo en frente de mi mientras que me soltaba miles de cuentos los cuáles no creía.

— Alaia, tienes que escucharme... Vine para hablar contigo, yo no tengo nada que ver con Alice, ella me besó, y si me dejas que te explique todo verás como vamos a volver a estar bien. — Me dijo él, pero no iba a caer, esto era demasiado...

— No te lo diré más. Vete de mi casa ya. No te quiero ver, ni hablar contigo, nada... Así que vete antes de que llegue mi madre y mi hermano salga de la ducha.

— Por favor, tenemos mucho que hablar...

— Si te hablo ahora mismo, solo te diría todos los insultos que te mereces, así que será mejor que te vayas...

— Pero yo...— Comenzó a decir, pero lo interrumpí. No quería escuchar nada más.

— ¡He dicho que te vayas! — Le grité y al fin este cedió.

— Esta bien...— Dijo Daniel para después salir de mi casa.

Una vez que me encontraba sola, sin siquiera recoger las bolsas tiradas del suelo, subí a mi habitación con rapidéz para después cerrar la puerta con pestillo. Comenzaron a salir lágrimas de mis ojos, mientras que mi espalda se deslizaba hacia abajo por la puerta hasta acabar sentada en el suelo.

No me podía creer nada de esto, era una pesadilla...

Lloré desconsoladamente entre sollozos mientras que oía las notificaciones de mi teléfono suponiendo que serían de Daniel, y las cuáles iba a ignorar completamente.

Ese mismo momento que tuve que ver no dejaba de proyectarse en mi mente una y otra vez por más que no quisiera, haciéndome sentir que todos mis problemas me asfixiaban. Quería huir, salir corriendo y no volver nunca más... Pero no por cerrar los ojos desaparecen los problemas, así que no me quedaba otra que estar encerrada en mi cuarto.

No sabía ni que es lo que estaba sintiendo, era una sensación tan inquietante, tan incómoda, que me quedaba inmóvil dentro de mí misma, en pausa, expectante a recibir algo que me arrancara ese dolor. Es como si quisiera que ocurriera algo que acabara con la incertidumbre, como si esperara algún milagro, aunque fuera a la fuerza... Una salida de todo mi alrededor, incluso de mi propia mente cruel que me hacía saltar de un lado a otro con ideas que solo me hundían aún más de lo que ya estaba...

ℐ𝓃ℯ𝒻𝒶𝒷𝓁ℯ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora