Capítulo 4 - Corazón compartido

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◆AXL◆

08 DE FEBRERO DEL 2011

Cuatro días. Lleva cuatro putos días sin hablarme, tratándome como si fuera la plaga. En el apartamento se mantiene encerrada en su habitación, nunca sale cuando sabe que estoy allí. Y si lo hace es solo para ir al baño, me pasa de largo mordiéndose el interior de las mejillas sin dirigirme una sola mirada. Es tan jodido.

La veo irse de la mesa hecha una furia y me llevo los dedos índice y pulgar al puente de la nariz, dejando salir el aire por entre mis labios temblorosos.

Reese aplana el estómago contra la mesa al inclinarse para apretar mi hombro. Intenta darme consuelo, pero yo niego con la cabeza. No necesito consuelo, necesito respuestas. Necesito que Shay hable conmigo de una jodida vez.

—Nos vemos más tarde —le digo a la pareja, quienes se limitan a asentir.

Me levanto de la mesa con mi bandeja, me guardo el sándwich para más tarde y salgo de la cafetería dando furiosas zancadas hasta el edificio de mi siguiente clase. Faltan unos veinte minutos para que comience, así que me dejo caer en las despejadas escaleras que llevan a la azotea. La gente no sube allí, así que es un buen lugar para estar solo.

Agrupo mis cosas a un lado, dos escalones por encima de donde me siento. Hincando los codos en mis muslos, dejo caer la cabeza en mis manos, permitiéndole a mi respiración relajarse. En el bolsillo de mi pantalón vibra mi celular, me estiro para liberar el espacio y poder sacarlo. Matt está llamando.

—Imbécil —me saluda—. ¿Dónde mierda estás?

No tengo ánimos para darle algún insulto o bromear con él, así que me limito a comunicarle mi ubicación. Cuando le pregunto para qué ha llamado me da una respuesta vaga y corta la llamada. Miro la pantalla del teléfono, confundido, y lo regreso a donde estaba con una mueca.

Las cosas se comenzaron a joder tan de repente que me tomó por sorpresa. Cuando sentí que tocaba lo más cercano a la perfección, entonces Diciembre llegó para arruinarlo todo. Como una mano empujando un perfecto castillo de naipes.

La navidad no fue lo mismo de siempre. Las esperanzas de formalizar mi relación con Shay se fueron al demonio cuando ella me pidió que volviésemos a ser solamente amigos y la situación familiar no es precisamente un dulce pastelito. Mis padres han estado actuando extraños, las dos semanas que pasé en casa fueron un infierno.

Mamá ha entrado en una etapa donde todo le causa dolor de cabeza, se queja y parece tan irritable como en los días oscuros, antes de que Marc nos dejara. Siento algo pesado en el estómago expandirse con el miedo, causándome malestar. La sola posibilidad de que ella haya comenzado a beber de nuevo me estremece. Hemos estado bien todos estos años, no entiendo qué podría hacerla recaer y eso me asusta. Por otro lado mi padre parece ausente, enfrascado en el trabajo como si fuese la única cosa que le importara. Hay problemas, sé que los hay, en los días que estuve en casa me di cuenta de que papá dormía en el sofá. Pero ¿desde cuándo? Antes de venir a la universidad, el año pasado, todo parecía ir bien entre ellos y, de pronto, solo un par de meses más tarde, ya no.

Levanto la mirada cuando reconozco los tenis con cordones raídos, que solían ser blancos, de Matt. Está enarcando una ceja, yo hago una mueca.

—Entonces estás en tus días, marica —me dice, dejando caer su trasero en el escalón, junto a mí. Habla despreocupadamente y, mientras recoge mi sándwich, se me queda mirando.

—No estoy en mis días, idiota —gruño.

—Pues tienes los síntomas, hermano. Cambios de humor... depresión, irritabilidad, retraimiento. No creas que no lo he notado desde el lunes, no has sido tú en los entrenamientos. Y ahora parece que estás aquí, solo, revolcándote en tu miseria mientras destilas odio contra todo y contra todos. Sí, por como lo veo creo que te está sangrando la polla. ¿Debería llevarte a los científicos para que te estudien como el primer hombre en el mundo que tiene la regla?

Plan BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora