Capítulo 24 - Giro inesperado de los hechos

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◆AXL◆

Antes de darme cuenta estoy de pie frente a la trigueña mujer, que huele a flores y usa un pañuelo verde alrededor del cuello, preguntando por Henry Clarke.

—¿Tiene una cita? Me parece que ha llegado algo antes, dígame su nombre por favor —me solicita al tiempo que saca una agenda de cuero, ubica el día correspondiente y desliza su dedo sobre los nombres de las personas que tienen cita.

—No tengo una cita —confieso—. Pero ¿podría decirle que Axl Jones lo está buscando?

La mujer titubea, se pasa las manos —cuyas uñas están perfectamente cortadas y esmaltadas— por el cabello, echándose para atrás los mechones que le caen en los hombros.

—Me temo que no puedo interrumpirlo en este momento, pero si gustas tomar asiento y esperar a que termine de atender al paciente...

—Vale —asiento, de cualquier modo no me apetece ir a otro lado—. Gracias.

La mujer me da una sonrisa reservada.

—¿Puedo ofrecerte café o té? ¿Algunas galletitas?

—Estoy bien, gracias.

—Cualquier cosa estoy aquí.

—Gracias —repito, dejándome caer en el sofá de piel que está a unos metros, frente a su escritorio. Me hundo allí, sintiendo entonces el cambio del tenue calor que hay fuera con el aire frío que provee la ventilación del hospital.

La mujer se pone al teléfono, manteniendo una conversación que no parece relativa al trabajo, mientras pica con un tenedor cubitos de fruta bañados de yogurt.

Golpeo el piso suavemente con la punta del pie, nervioso, pensando en la conversación que deben estar manteniendo Shay y su mamá. Vaya forma de cambiar los planes, se suponía que sería yo quien tendría una seria conversación con ella y mi padre, en su lugar Diane se apareció sin mi papá y quiso hablar únicamente con su hija.

Mi teléfono vibra, me remuevo para sacarlo de mi bolsillo y atender la llamada, sin embargo me detengo al comprobar que me están llamando de casa. Probablemente es mi mamá. Como las últimas veces, dejo que salte el buzón. Me perfora la culpa, es mi madre y algo malo está pasando con ella, pero no puedo atender sus llamadas porque darme cuenta de que ha vuelto a beber me mata, y sus comentarios acerca de Marc son hirientes.

Tenía la esperanza de tocar el tema con mi padre el día de hoy, pero ahora tengo la sensación de que ni siquiera voy a verlo a él.

La puerta del consultorio se abre, Henry, que está usando la bata blanca que lo identifica como médico, sale en compañía de un muchacho de unos trece años y la que creo que es la madre del chico. Están riendo, contentos, mientras se despiden. La mujer rubia y rechoncha le echa la mano encima a su hijo, como si necesitara apoyo para caminar.

—El pago es en la planta baja, ¿verdad?

—Así es —le confirma Henry.

La mujer y su hijo se marchan. Henry comprueba la hora en su reloj, dirigiéndose a su secretaria.

—Laura, tengo quince minutos antes de la siguiente cita. ¿Puedes conseguirme algo para desayunar, por favor?

—Sí, doctor Clarke.

—Gracias, estaré revisando unos casos pendientes mientras tanto.

—Espere doctor —le detiene, me señala de forma educada, haciendo que Henry se percate de mí—. Lo está buscando el joven.

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