Un Héroe Musical

La Tierra de los Muertos

—¿Qué tiene que ustedes no sean su familia?

—Nuestra Bendición es solo para tí Miguel.—dijo calmada Imelda.—Además, él no es un Rivera.

—¡Tenderemos que buscar a su Familia!—dijo con decisión.—Hiro, busquemos a tu Hermano.

—¿¡Qué!? ¿Buscar a...Tadashi?

—Es tu oportunidad, de volver a verlo. Iremos juntos.

—Alto ahí Miguel.—interrumpió Imelda.—Mi Nieto no irá a ningún lado.

—Por favor, Mamá Imelda... Es su Familia, además es la única forma de regresar.

Imelda, en un acto de rendición, suspiró.

—Está bien... ¡Pero irás con Héctor!.

—¿¡Qué!?—Héctor reaccionó.—Yo ya pasé por esto Imelda. ¿Una segunda vez ahora?

—¡Héctor Rivera! Acompañarás a tu Tataranieto a buscar al hermano de su amigo, y volveran en una sola pieza.

—S-Si Cielo...—dijo nervioso.

Después de una corta y muy pequeña discucion, Héctor, Miguel, Hiro y Dante. Se dirigieron hacia el cementerio de Santa Cecilia. Dónde estaba la división entre la vida y la muerte. Al pasar por allí, Hiro quedó maravillado por aquel gran y largo puente.

El narajo y el amarillo resaltaban y iluminaban todo el puente.

—Si es...Real.—dijo maravillado.

—Claro que sí.—Miguel tomó su mano y corrieron por todo el largo puente.

Mientras reían y Dante los perseguía, atrás iba Héctor, reuniendo paciencia.

—A ver, a ver, a ver.—suspiró y tomó a ambos de la gorra de sus chalecos.—Hay que organizarse.

—Bien~—dijeron ambos rendidos.

—Okey, el chamaco debe buscar a alguien de su familia.

—Si, esa es la misión, aunque tú sólo viniste con nosotros porque Mamá Imelda te amenazó con su zapato.

—Entonces es cosa de Familia, ¿eh?—dijo Hiro recordando a Abuelita en las mismas circunstancias que Mamá Imelda.

—Sólo vine para cuidar a mi Tataranieto, y a su amigo Yiro.

—¡Es Hiro!—protestaron a la vez ambos chicos.

* * *