Quiero que lo Digas...

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Ese día durante la tarde Abuelita, Tía Cármen y Mamá estában preparando varias cosas para comer durante la noche, pues cuando cenamos, Abuelita cocina muchas cosas, además de que es la última noche de Hiro en Santa Cecilia.

—Mijo, a cenar.—.Mamá tocó la puerta.

—¡Ya voy!—respondí.

Una vez que salí y me acerqué a mi familia, ví a Hiro conviviendo con ellos, hablaba con Mamá y se reía con mis primos Rosa y Abel. De verdad dentro de mí sentía algo muy fuerte al verlo feliz, y me dí cuenta de que estaba sonriendo como idiota.

—Migue, ven.—Hiro me llamó—¿Qué estás esperando?

—N-Nada, ¡Voy!

Abuelita traía platos, junto a Tío Berto y Papá con más cosas. Después ayudé a Mamá con mi hermanita y mientras, podía mirar el como Hiro intentaba decorar con papel picado y a la vez Rosa se reía de él.

—¡Abel tu eres más alto!—se quejó Hiro apoyándose en la punta de sus pies sobre una silla.

—El bruto de mi hermano no te va a ayudar, lo siento.

—Este siempre es mi trabajo, quiero ver que alguien más lo haga.—también alcanzaba a escuchar la risa de Abel.

—Ya está niños, basta de bromas.—Abuelita llegó y ellos se asustaron al escucharla.—Vayan a ayudar y se sentarán a comer, Abel, cielo acomoda eso por favor.

—Sí abuelita~.—dijo Abel algo molesto, pues el había retado a Hiro a colgar el adorno.

Un rato después Abuelita le pidió a Hiro traer algo de la cocina, fué ahí cuando pensé en que podría hablarle, fuí atrás él con tranquilidad, de hecho creo que no notó mi presencia.

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Mamá Elena me pidió ir por otro plato dónde habían más tamales que hizo ella junto a tía Carmen.
Una vez que ya tenía el pedido en mis manos me volteé, encontrándome con Miguel, obviamente derrepente me asusté.

—¿M-Miguel?—me alteré un poco y mantuve el equilibrio del plato para que no callera el contenido.—Rayos, me asustaste, casi dejo caer esto, piensa en el carácter que tendría Mamá Elena.

—Ya lo sé, bueno eso es algo de todos los días.

—No me sorprende que lo digas, pero bueno será mejor que lleve esto a la mesa, la paciencia de Mamá Elena es poca aveces.

Estaba cerca de la puerta cuando Miguel se apoyó en mi espalda con un abrazo, que hizo que un escalofríos viajara por todo mi cuerpo.

—Ah... ¿Migue?

—Hiro... Yo quería hablar sobre lo de hoy en la mañana...

—¿Eh? Ay Miguel, ahora no. Tengo que llevar esto para Mamá Elena.—suspire para escapar los nervios.—Si quieres lo hablaremos en la noche.

Me salvé de su abrazo y me fuí con el resto. Se que suena muy cruel de mi parte, pero quiero evitar un poco el cariño con Miguel, cuando ya sea hora de irme, no quiero pensar en su expresión, me da miedo pensar en eso, tal vez voy a romper su corazón...

—Hiro, ¿estás bien?—prima Rosa me habló, se quedó en frente de mí.

—Eh, sí, lo siento.

—Si tú lo dices, ¿me das eso?.—Rosa me quitó el plato.—Eres lento para algunas cosas.—se rió de mí y se fué a la mesa.

Rosa es simpática, me agrada mucho, me recuerda un poco a Honey, con su sonrisa contagiosa y su personalidad alegre.

Una vez que la cena terminó, después de cepillar mis dientes, ví a Dante que estaba afuera frente a la habitación de Miguel, me extrañó mucho, pues Dante siempre suele estar con él, la mayoría del tiempo.
Acaricié a Dante y toqué la puerta.

—Migue...¿estás adentro?—abrí un poco la puerta para ver que el negro dominaba parte de la habitación.

—¿Qué pasa?
Miguel estaba abrazado a su guitarra, más bien a la de Héctor, me miró algo molesto, y creo que ya sé el porque.

—Migue, ¿estás molesto porque no hablé contigo esta tarde?

—Un poco...—respondió frío.

—Miguel...—suspiré, tomé su mano y le quité la guitarra.—Si querías hablar, puede ser ahora.—dije y después dejé el instrumento lejos de ahí.

—Sólo dime algo...—dijo levantando su mirada chocolate

—¿Si?

—Sobre el beso que me diste hoy en la mañana...

—¿Qué sucede con eso?

—¿Fué real?...

—¿Eh?...

Quedé algo sorprendido, porque no esperaba una pregunta así de él. Nos quedamos en silencio, la luz de las últimas velas que quedaban afuera de la habitación ya se iban apagando, a causa del frío nocturno que acompañaba a la mayoría de Santa Cecilia.

—¿Por qué preguntas eso?
La duda realmente me consumía por dentro, sé que pude ser algo frío con él durante la tarde, pero debía hacerlo, primero que todo no quiero que su familia sospeche de él, y además... Yo ya me voy mañana.

—¡Solo quiero una respuesta Hiro!—se alteró un poco.—No quiero que me confundas más por favor...

—Migue...—dí un suspiro, sonreí como un niño enamorado de escuela, después lo abrazé.—Eres un llorón exagerado Rivera.

Puede que no quiera encariñarme tanto con alguien que dejaré el día de mañana, solo por el hecho de que debo irme de ahí...Para ya regresar a casa, pero con un flechazo en mi corazón, me guste o no.

Sentí como Miguel también me abrazó, fué un momento tan cálido, que no me dí cuenta Que había vuelto a caer en tan grande encanto

—Dí que me quieres...—apoyo su cabeza en mi pecho, sin soltarme.

Suspiré de nuevo no podía negarme a su petición, pero de verdad no quiero destruirlo el día de mañana.

—Te quiero Miguel Rivera...—dijé susurrando cerca de su oído.
Creo que hasta lo dije sin pensar. Noté que él estaba sollozando, se aferraba más a mi ropa, me recuerda a mí última vez abrazando a Tadashi, la sensación de pérdida... Es la misma, y en verdad...Lástima demaciado...

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Un Héroe MusicalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora