Es Lindo que estés aquí.

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—Tadashi, eres tú...en verdad tú...

Sentía algo muy fuerte dentro, estoy feliz, sí, podría jurar de que lo que sentía en ese momento era felicidad. Pero al parecer el no estaba igual que yo.

—¿¡Por qué estás aquí!?

Me quitó el gorro de mi chaleco, y comenzó a mirar mi cara, tomaba mis mejillas y jugaba con ellas.

—¡Tadashi no, Eso duele! Basta.

—¿Estás vivo, pero estás con los muertos?

—Lo sé es Raro...

—Bien tienes que explicarme lo que-...

No lo resistí, necesitaba abrazarlo, sentir nuestro cariño de hermanos recorrer mi cuerpo. Estaba con él, y eso era maravilloso.

—Oye, intenta calmarte.

—Es que... Te estoy viendo, una vez más, y... Te extrañé tanto, que no lo sé, estoy feliz.

—También yo. Pero tienes que decirme como llegaste hasta aquí.

—Está bien.

Le conté como llegué a Santa Cecilia, y a quién conocí allí, le hable de la Familia Rivera, de la viva y la muerta, claro. Y dejé para el final a Miguel, le dije cada detalle de él, de verdad creo que estoy loco, pero en el sentido de que no puedo evitar estar cerca de mi Amigo, él fué el culpable de mi primera risa estando afuera, lejos de San Fransokyo, mi hogar.
También le expliqué como regresar, al otro lado, por así decirlo, pero como buen Hermano mayor que es, se aseguró de preguntarme muchas cosas sobre Miguel.

—Te agrado ese tal Miguel, ¿No?

—Pues claro, él fué el primero que me habló en un lugar nuevo... Le tengo Cariño.

—Hm, que uburrido eres.

—¿¡Por qué dices eso!?

—Tienes una cara de tonto Hermano.

—¿Tonto?

—Claro, le tienes cariño al chico, pero... ¿Es sólo hasta ahí?

—Ay Tadashi por favor, si mi cariño por Miguel no llegara hasta ahí. Miguel tendría que gustarme-...—apenas analicé lo que dije tapé mi boca.—Ay no, dime que no dije lo que dije.

—Acabas de decir, lo que No querías decir, aún así yo escuché lo que dijiste, y ahora te arrepientes de haberlo dicho.—Tadashi comenzó a reír dejándome como un idiota.—Wow, extrañaba estás conversaciones, dónde tu siempre cabas tu propia tumba.

—Y al final yo quedó mal, sí, te conozco, gracias hermanote.

—Lo siento.—decía aún riendo.

—Eres un tonto, siempre me molestas.

—Oye, te conozco desde ya hace 15 años, se como eres, soy tu hermano.

—¿Esa es tu única excusa?

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—¿Por qué Dante no vuelve todavía...?

—Hey, Chamaco, tranquilo, ya volverá.

—Mientras tu estés aquí...

—Por favor Mamá Imelda, deja de tratarme así, no soy un niño pequeño.

—No hasta que cumplas 15 años.

—¿En serio hablarás de mi edad ahora?

—¡Miguel, mira!—Tío Óscar y Tío Felipe, dijeron a la vez.

—Mira Mijo, es Dante.—Tía Rosita me abrazó.

Dante aterrizó frente a la familia, se le veía totalmente féliz.

—Dante, ¿adónde te fuiste?

Él sólo comenzó a ladrar mirando hacía a un lugar en específico.

—¿Que hay ahí Amigo?

—¿Que intenta decir?—preguntó Tía Victoria.

El Alebrije se acercó Mamá Imelda, y le ladró con soniditos de pena.

—¡No! No me mires así, no dejaré que vaya y se encuentre con él como si nada.

—¡¿Qué?! Dante, ¿hablas de Hiro?

Dante ladró felíz, y me empujaba mientras el estaba alejándose del suelo volando.

—¡Miguel!

—¿Qué?

—Mamá Imelda creo que lo que estás haciendo con Miguel no es muy justo.—opinó con miedo Papá Julio.

—Imelda, tal vez Julio tiene razón.—Papá Héctor se acercó a ella para calmarla.

—Miguel.—suspiró.—Ahora me vas a escuchar, así que pon atención.

—Okey...

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Un Héroe MusicalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora