Había dudado.
Había bajado las escaleras y se había quedado parado en la sala de la entrada, con una dirección reclamándole en su corazón. Pero ya había ido demasiadas veces y no estaba alli.
Cuatro días, despertándose y pensando en ella. Cuatro días, cabalgando al amanecer, hasta llegar a los acantilados, recorrer la playa, la suya y la de los Bukchaman y ni rastro de ella.
Había cambiado, el lo había visto en su rostro, en sus ojos. Pero algo en el le decía que la buscara, que buscara a la mujer que cada mañana, al amanecer, paseaba hasta la playa y se bañaba, disfrutando de los primeros rayos de sol.
-¿Señor quiere el desayuno o sale a pasear? -Lille pregunto observándole con curiosidad.
-Paseare -hablo molesto, caminando a prisa hacia la puerta.
Debería quedarse, desayunar tranquilo. Pues había ido ya cuatro días a su encuentro y ella no estaba alli. Sin embargo se veía incapaz de hacerlo. Camino hacia las caballerizas y monto a su caballo, desapareciendo al galope de la linde de su castillo.
Como cada día, la esperanza de encontrarla fue desapareciendo, conforme se adentraba en las tierras Bukchaman, observaba su playa y no la veía. Pero aquel día algo cambio. Cuando ya rindiéndose, giraba su caballo para regresar al cobijo de su castillo y el destello de su pelo, bajo los rayos de sol, lo llamaron. Se quedo alli, sobre su caballo, viéndola emerger entre la arena, andando hacia el agua. Como hipnotizado, permaneció alli, consciente de que las rocas lo ocultaban de su vista.
Viajo al pasado. Viendo como se desasía de sus zapatos, seguidamente de su vestido, quedando con una camisola. Después se sentaba en la arena y jugaba con los pies, enterrándolos, mientras sus manos recogían su pelo y tejían una trenza. "La sal lo vuelve indomable, es mas fácil deshacer la trenza cuando me bañe y peinarlo". Esa había sido la respuesta, la primera vez que el la había encontrado en la playa. Tenían entonces 14 años.
Vio como se incorporaba de la arena, caminaba despacio y sumergía un pie en el agua de la orilla, después el otro. Alzaba el rostro mirando al sol y poco a poco se adentraba en el agua. La observo sumergirse y emerger como una maravillosa sirena. La tela se pego a su cuerpo, resaltando su cintura y dejándole ver su perfecto trasero. Contuvo la respiración, con su mirada recorriendo su cuerpo. La observo sumergirse una vez mas y entonces, se giro y comenzó a salir del agua. Su caballo se agito, nervioso, como si compartiera las sensaciones con él. Sus ojos vagaron por su cuerpo, sus pechos sus muslos. La rabia lo golpeo cuando fue consciente de que cualquier otro podría estar mirándola. Justo como hacia él.
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El Laird
RomanceEder MacPearson lleva demasiado tiempo buscando, buscando la oportunidad que nunca debió haber dejado marchar. Y ahora ella no está. Ha desaparecido como si la tierra se la hubiera tragado. Y tras años de búsqueda, no tiene nada. Y cuando aquella mu...