Capitulo 22: La calma

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El príncipe Robert dijo que se haría cargo del ejercito de Wert y del campamento, las mujeres regresaron al castillo y los hombres, con sus guerreros se encargaron de acelerar todo para que el enemigo se marchara.


Los guerreros MacClain se encargaron de apagar el fuego, los Bukchaman vigilaban a los hombres, Los hombres del Invencible se apostaron alrededor del campamento, Los MacPearson recogieron las armas, manteniéndolas alejadas de aquel ejercito.


El príncipe se encargo de mostrar su desagrado con todo lo que había ocurrido y de hacer saber a todos, que el se encargaría de guiarlos en el regreso a su tierra.


El día dio paso a la noche y el castillo MacPearson se sumo en una inmensa tranquilidad.


Jannet espero junto a la ventana, mirando al horizonte, esperando ver los caballos regresando. Pero finalmente el cansancio la venció y se tumbo en la cama.


Se despertó con la sensación de alguien mirándola, se incorporo en la cama, apoyándose en los codos y le vio. Estaba parado a los pies de la cama, mirándola. El agua chorreaba por su pelo y su ropa se pegaba a su cuerpo.


-Estas mojado -salió de la cama se acerco a él.


-Está lloviendo -Eder se quito la camisa y la dejo sobre uno de los sillones, se dejo caer sobre las pieles de otro.

Le miro, indecisa, finalmente se quedo donde estaba, mirándole en silencio

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Le miro, indecisa, finalmente se quedo donde estaba, mirándole en silencio.


-¿Te toco? -Eder pregunto, sin mirarla.


-Estoy bien -ella cerró los ojos y al escuchar sus pasos los abrió. Estaba parado ante ella, su mano se acerco a su cuello y lo acaricio, acaricio las marcas -Le mate.


-Lo sé -miraba su cuello. Recordando cuando había visto el cuerpo de ese gusano, con la daga atravesando su cuello. Y como se había acercado a él y había clavado su espada en su cuerpo sin vida, tantas veces como había podido, hasta que Mail y el Diablo le apartaron. La miro a los ojos -Me habría vuelto loco si...


-Estoy aquí -coloco la mano en su pecho, sintiendo el agua en el. Grito cuando se vio empujada sobre la cama, sorprendida. Pero antes de poder reaccionar, su marido se apodero de su boca, sus manos la recorrieron. Prácticamente le arranco el camisón. Como un animal, ansioso de devorar a su presa.

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