PREFACIO: EL BEBÉ

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Aviso: No podrás comenzar a leer sino leíste antes Empíreo.

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2001

La lluvia empañaba los vidrios del auto, era intensa y al ver las nubes notabas que al menos llovería un día entero más. Tener esperanza, de ver el sol brillante en el cielo, eran algo nulo.

La mujer aceleró el auto aunque no pudo
ver nada más que las gotas chocar contra el parabrisas.

Sabía que debía llegar a su casa, pero su trabajo estaba al otro lado de la ciudad y este era el único y más largo tramo
para llegar a su casa.

Su bebé la esperaba.

El camino parecía eterno, pero ella pisó a fondo el acelerador, la lluvia tampoco iba a detenerla.

Las cruces que colgaban de su cuello tintineaban contra los botones de su camisa y abrigo, aún con la calefacción sentía el frío de la lluvia.

–No, no, no.

El auto iba bajando la velocidad. Ella miró temerosa la gasolina, pero el tanque estaba lleno, lo había llenado después de salir de su turno.

Con la lluvia chapoteando fuera, salió a ver si era el motor. No le importó lo frío que estaba, abrió la tapa y chequeo. Nada estaba mal.

–¿Desea ayuda? –Una voz la helo más que las gotas.

Volteó su cabeza y vio a un hombre al menos de su edad mirarla con detenimiento. La mujer suspiró con apremio.

–Bueno, no, en realidad, puedo sola. Encenderá en poco tiempo –contestó ella arreglando cual cosa que se viera fuera de lugar, pero todo estaba bien.

–No creo que esté bien, sino no se hubiera detenido –murmuró él entrecerrando sus ojos.

Sus facciones eran perfectas, ojos extraños. Uno era café oscuro y el otro celeste. Llevaba ropa común y tenis desgastados. Su cabello goteaba sobre su cara y parecía no importarle el frío que hacía.

–Encenderá pronto. –Volvió a repetir la mujer cerrando la tapa–. Tenga un buen día –dijo abriendo la puerta del piloto y entrando mientras sacudía su abrigo.

El hombre la miró desde afuera y se detuvo en la orilla de la calle. Ese auto era el único ahí

–Ay, Dios santo, ¿por qué no enciendes? –preguntó la chica girando la llave. El auto ronroneaba, pero no encendía.

–Su bebé es lindo –dijo el hombre sentado en el asiento trasero mientras miraba a la mujer. Ella se sobresaltó y miró atrás. –Sus ojos parecen como los míos.

La mujer apretó sus dedos en el volante.

–¿Cómo entró? –preguntó con la garganta seca. Se repetía mentalmente que había posibilidades de que quisiera robarle, pero no la apuntaba con un arma o la había amenazado. Hasta que mencionó a su hija. –¿Cómo sabe sobre Mackenzie? –Su pulso incremento.

–La visite, que lastima que su abuela se metió en mi camino.

Ahogó un grito y salió corriendo del auto. Si no encendía, correría hasta su casa. Su mamá y su hija estaban en peligro.

La mujer salió corriendo del auto, no le importó mojarse o morirse de hipotermia, debía llegar rápido a casa.

Entró estrepitosamente a la casa, empapada y mugrienta de lodo. La sala estaba vuelta un desastre, las luces parpadeaban y un llanto se escuchaba desde una de las habitaciones.

La mujer corrió hacia el llanto encontrando a la bebé en su cuna mientras lloraba también. El cuerpo de su madre yacía en el suelo, sin una gota de sangre y totalmente demacrado. La mujer con lágrimas en los ojos corrió hacia la bebé, pero apareció el hombre y lentamente se la arrebató.

En los brazos del hombre la bebé lloró, hasta que se calmó cuando el desconocido la miró fijamente. La bebé estaba fascinada con el hombre, sonriendo angelicalmente alzó la mano para tocar su cara.

Y algo sucedió. El hombre que había ido para matar a la bebé, no lo hizo, la miró con ternura mientras una sonrisa se formaba en su cara.

La mujer avanzó y el hombre en un corte limpio le quitó la cabeza. La bebé ni se inmutó en llorar, su atención estaba en él.

–Pequeño angelito, tengo muchos planes para ti –susurró besando la pequeña manito de la bebé. Ella se rió mientras metía su otra mano hecha un puño en su boquita. –Ahora eres mía.

Quién diría que un ángel se volvería malvado.

Paraíso (Celestial 2#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora