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—Quiero que seas el Rey de Camelot mientras no estoy.

—¿Que?

 —Eh... Quiero que seas el Rey de Camelot mientras no estoy. — repitió el monarca, extrañado, no podía creer que el otro no lo hubiera escuchado si lo habia dicho tan claro y fuerte como para que todos los presentes lo comprendieran.

—Eso obviamente lo escuché Arthur, pero no entiendo ¿Por que yo? ¿Por qué y cuánto te vas? ¿Por que no dejas a tu consejero a cargo? O a Merlin ¿Acaso no son ellos las personas en las que más confias?

—Eso es porque Merlin se va conmigo, y respondiendo a tu pregunta, me tomaré una ligeras vacaciones y, según mi consejero me explicó, —dijo señalando a un hombre delgado y canoso que estaba a un costado— cuando un personal importante del castillo sale de vacaciones por un tiempo largo se contrata a un reemplazo que haga sus actividades hasta que regrese.

El consejero se golpeó la frente con la palma de su mano al darse cuenta que toda esa locura era por su culpa.

—Señor, pero su puesto es irremplazable, ¡menos por otro niño!

—Yande, el tiene más edad que tú, y no me sorprendería que haya sido rey en su larga vida. Y dirígete a él con más respeto ahora, es tu nuevo Rey. —respondio serio.

El hombre no comprendió a lo que se refería, así que simplemente decidió asentir.

—Arthur, no me parece buena idea. —la duda se palpaba en su voz.

—¡Pues a mí si! —dijo alegremente el rey con un enorme sonrisa.

Tomo su corona y la puso en la cabeza del rubio, seguido hizo lo mismo con una pulcera de oro con inscripciones.

—Con eso puedes blandir a excalibur —le dijo susurrando y con unas risillas al oído a Meliodas. — Gracias por el favor. —mostró en una blanca sonrisa.

Le dió un fuerte abrazo a cada pecado, a sus sirvientes y se dirigió a la puerta.

—¡Alto Arthur! ¿Que debo hacer? —grito Meliodas.

—¡Lo que decidas estará bien, incluído una Reina!—grito el adolescente antes de desaparecer en un portal junto a Merlin, y Escanor cargando unos bolsos.

—¿Y ahora que hago? —dijo un preocupado capitán para sí mismo.

Se tapo la cara con una mano, no sabía cómo gestionar un reino en esta época ni ese mundo.

—Tranquilo Meliodas-sama, yo puedo ayudarlo.

Dijo una dulce voz a su lado. "Incluído una Reina". Meliodas sonrió.

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Sentarse en un trono, tener sirvientes, no hacer nada y solo dar órdenes no era lo suyo. "Cómo quisiera estar en el sombrero de jabalí bebiendo cerveza..." El bar se encontraba en el jardín real, Merlin había usado su magia para transportarlo y pasar los muros de fuera de la ciudad y del castillo. Aún así a Meliodas no lo dejaban salir de la sala del trono con una y mil excusas de su presentación al pueblo como nuevo Rey mientras Arthur no estuviera.

Ese mocoso se había ido y nunca le dijo cuanto tiempo tendría que estar a cargo, le tenía estima, pero ahora por su culpa no podía seguir su viaje a la tierra de las druidas para conseguir una pulcera, cadena o anillo capaz de sellarlo en tiempos de paz. Eso lo enojaba pero más lo preocupaba, él no podía perder el control.

—¿Meliodas-sama?

Una muy bonita joven lo saco de sus pensamientos, no vestía como normalmente con el uniforme de la taberna, en ese momento llevaba un bellísimo vestido lila a las rodillas que Meliodas había elegido, sin mangas y suelto, nada exsuberante, solo su pecho. Pero eso ya era natural.

—¿Qué pasa Elizabeth? —el vestido se veía bien pero tenía que probarlo.

—Queria enseñarle como me quedo el vestido... —pronunció desviando  la vista nerviosa.

En el momento que sus poderes era ocultados su memoria se limitaba a su actual vida como una princesa. Aún así, sus sentimientos por el capitán no habían desaparecido, por el contrario, fueron más fuertes.

—Por favor, retírense todos, dejen solo a la princesa conmigo.

—Pero señor, aún no terminamos.

—Di una orden. —cuando el rubio demostraba esa seriedad todos temían por sus vidas, nadie olvidaba que era el Dragón de la Ira.

De inmediato quedaron solos. Elizabeth se puso nerviosa y comenzó a tartamudear.

— M-meliodas-sama me retiraré yo también —quiso dar la vuelta para correr en dirección a la puerta.

Pero antes de mover un pie el pecado estaba sobre ella apretando sus pechos, la alfombra amortiguo su caída. Pero no su grito de susto, ni el rojo de su cara.

El nuevo rey manoseaba a la princesa sin escrúpulos, era su mujer. Y si no lo consideraban así él la haría tal, como diera lugar.

Alzó a la joven y camino al trono con ella en brazos, la chica se tomaba de su cuello con las mejillas ardiendo por la vergüenza. El mayor se sentó y colocó de costado sobre su falda a Elizabeth, que al darse cuenta sobre que estaba sentada comenzó a latirle el corazón a con mayor fuerza.

Se quedó quieta con las orejas rojas y Meliodas mirándola travieso apoyando su cabeza en su mano y su codo derecho en el brazo del trono.

—¿Qué pasa princesa? El vestido me encanta, ¿no querías que me gustará? —su voz no era como la de siempre​, amable y divertida, está era con otro tipo de diversión.

—S-si Meliodas-sama, ¿Por qué me puso así? —preguntó con miedo.

—Para poder verte todo lo que yo quiera. ¿O no puedo? —la mirada de pervertido no se le iba nunca pero aún así, es cara de sonrisa suave, ojos oscuros y cejas insinuantes no era solo de pervertido.

— Sí puede Meliodas-sama...

— Que gusto... Me gusta mucho tu cooperación hacia el nuevo rey de Camelot.

—No juegue con eso por favor...

—¿Por que no te mueves ni siquiera para mirarme? Elizabeth... mirame... —movió sus piernas hacia arriba provocando que Elizabeth cayera sobre su pecho.

— ¡Aah! —gritó impresionada. —M-meliodas-sama n-no haga eso por favor... —se revolvió en sus piernas intentando acomodarse sin que allí pasará algo.

—Elizabeth, —la chica lo miró completamente roja. —¿Serías mi Reina?

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Muy bien, esto es todo por hoy. Comenzaré con decir que las publicaciones serán semanales, todos los domingos,

Un saludo, con cariño.

Siku Kuromi

Un Verdadero Rey para Camelot (Meliodas x Elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora