♥10♥

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Durante la mañana de ese día los reyes comenzaron ordenar sus cosas para irse, no sin antes pasar el resto de la tarde allí. Esa vez le tocaba cocinar a Meliodas, y aunque para todos la comida del capitán era horrible, porque así era, para Elizabeth no, ella lo catálogaba como "algo inusualmente condimentado", pero la única verdad constaba en el simple hecho de que lo cocinaba su amado pecado. El corazón no solo es ciego, también carece de papilas gustativas.

—Meliodas-sama, póngale un poco de sal. —la chica tenía un cubierto en la mano y probaba la comida. — Luego de comer ¿qué sigue?

—Podemos quedarnos o ir a un pueblo a unas millas de aquí. —contesto mientras agregaba condimento al agua. —¿Puedes desplegar tus alas? No tengo problemas con llevarte en mis brazos.

—Creo poder hacerlo, de todas formas creí que podríamos ir con los druidas... —jugaba nerviosa con sus dedos.

—¿Por que? —volteo a verla.

—Tengo... los ambares de Zeldris y Estarossa aquí... —le mostro dos collares. —necesitamos llevarlos a ellos para hacerlo bien, pero por ahora esto bastara.

—Oh... Sí, yo debería ir por un anillo o pulcera que controle mi fuerza para no perder el control... —dijo infantil pensando.

—Querrán quitarte la fuerza. —dijo preocupada —¡Se quema!

Luego de salvar la comida, se dispusieron a arreglar el itinerario. Tenían que acomodar todo para ir a la tierra de los druidas, allí, Elizabeth junto a Zaneli y Jenna forjarian una pulcera para Meliodas, dejarían los ambares de diosa de los hermanos. Y regresaría a buscar sus cosas para volver al castillo.

—¿Y que tal? ¿Horrible? —pregunto entusiasmado el de ojos verdes.

—No, en realidad no, está un poco mejor. —contesto Elizabeth pensativa.

—¿En serio? —entusiasmado probó un bocado.

Su rostro se puso azul. La princesa se rió un poco para luego darle agua.

—Era mentira... —lloraba a ríos sobre la mesa. Parecia un niño. Uno muy pervertido.

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En Istar los recibieron como la primera vez, Theo, Zaneli y Jenna estaban en la entrada. Elizabeth mostró los collares y se fue con la más alegré. Por otro lado, Meliodas fue a medir su muñeca derecha para poder hacer la pulcera.

La joven comenzó a trabajar con la medida. La mesa era de roca, y tenía instrumentos extraños para Meliodas.

—Zaneli, esto tiene vuelta atrás, ¿Verdad? —estaba un poco inquieto, encerrar su poder en un ámbar era una forma de contenerlo, pero quería tenerlo a disposición inmediata.

—Ya sé lo que quieres, la estamos haciendo de una forma especial. —la miro con una pregunta— podrás volar si es lo que deseas saber.

—Gracias.

Una muy bonita chica se aproximo a ellos.

—Meliodas-sama, ¿Ya está listo?

—Solo faltas tu, ahora es tu turno. —Zaneli se movió dejando ver el molde final, tenía que verter el metal fundido. —voy por plata.

Elizabeth se acercó a la mesa. Al ver las figuras moldeables pensó por un momento y se puso a trabajar. Zaneli se acercó con un gran recipiente, estaba caliente, se lo pasó a la princesa, con un poco de esfuerzo corto su dedo y dejó caer tres pequeñas gotas de sangre al metal. Estaba líquido por lo que debería haberse evaporado al contacto caliente, en vez de eso se disolvió.

Un Verdadero Rey para Camelot (Meliodas x Elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora