♦9♦

7K 410 90
                                    

El castillo se calmó luego de enterarse bien que había pasado con sus monarcas. El pecado de la pereza se tomó su tiempo para explicar como funcionaba todo. Al cabo de dos días los monarcas regresarían al palacio, mientras tanto, todos debían continuar con su rutina diaria, y si se presentaba algún percance debían llevarlo al despacho del rey o reina respectivamente. De no poder esperar, King y los otros intentarían ayudar.

—¿Señora Iley? ¿Necesita ayuda? —la voz de Elaine se escuchaba en el pasillo que iba al cuarto de los hermanos y al de los monarcas.

Se asomo por la puerta abierta a la izquierda. Una habitación grande, dos camas medianas, una roja, seguramente la de Zeldris, y otra azul, de su hermano. No había nadie allí. Antes de poder imaginarse que le podían estar haciendo, se dirigió a su habitación por Ban. Él tampoco estaba.

Rompió la regla de Meliodas y extendió sus alas a gran velocidad por los fríos pasillos del castillo. Busco a King, a Diane, a Gowther, a todo el que conociera. El saber que los niños de los monarcas eran dos demonios la preocupaban, sus marcas aparecían y desaparecían como la del mayor, pero aún no tenían el mismo control.

Tenía miedo, un demonio rojo, que no era ni una milesima parte de lo fuerte que ellos dos juntos, había destruido su pueblo, no quería que pasará otra vez. Los busco por todo el castillo. Varios guardias le dijeron que no podía volar, pero no frenó.

No había lugar dentro del palacio que no hubiera visto. Quedaba el jardín y el pueblo. Un estruendo la trajo al mundo real nuevamente. El sonido venía de afuera. Tan rápido como pudo salió, encontrandose con todos los pecados que estaban en Camelot y los dos mandamientos luchando, puede que lo más raro era ver a Ban siendo justo, o que la señora Iley estuviera en a un costado de la pelea mirandolos en las alturas. Aún así, lo que para ella era lo más raro, fue las espadas de madera que tenían todos. Ban no usaba espadas. Diane tampoco, y no estaba en su tamaño natural. Y Gowther, bueno... , él estaba sentado en una roca leyendo un libro que tenía en una mano y en la otra la espada de madera, no estaba involucrado.

—S-señora Iley, ¿qué está pasando?

Una mujer de unos cincuenta o cincuenta y cinco años la miro con dulzura, para luego responder con voz calmada.

—Los niños estaban aburridos, y como el señor y la señora no están le preguntaron a King-sama si podían jugar con él.

—¡P-pero están peleando! —en ese momento el hada se percató de la destrucción que estaban provocando. —estan rompiendo todo.

—Es verdad... eso fue un descuido mío, lo lamento... —la mujer levantó las manos hasta donde estaban los pecados y mandamientos— ¡Perfect cube!

El rosado cubo se hizo presente alrededor de los luchadores, al ver eso Gowther, tiro la espada y se fue a la entrada del castillo para ir a su torre de lectura. Por otro lado, los dos niños se desconcertaron.

—¡I-iley-san! ¿Qué pasó? —gritó el de pelo gris. Bajando a la altura del piso que tenía el cubo.

—Descuida cariño, solo es para poder arreglar el jardín. —junto sus manos a la altura de su estómago de una forma dulce. —eso no quiere decir que no deban contenerse. Sean cuidadosos.

—¡Si!

—¿Contenerse? —Diane estaba cansada, comenzaba a sudar.

—¿Es un chiste? —King estaba agitado. Esos niños eran muy poderosos.

—King-san, gracias por esto, Meliodas casi nunca puede jugar con nosotros, pero cuando lo hace nos da una paliza, —se rió el de pelo negro guardando sus alas— ustedes no quieren lastimarnos, pero, por favor, hágalo con todo.

Un Verdadero Rey para Camelot (Meliodas x Elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora