BQ | Arlette De la Fontaine no se caracterizaba por ser cariñosa o divertida. Sin embargo, poseía un carisma bastante atractivo para la mayoría de las personas.
Carecía de filtro en sus palabras, no sentía pudor alguno cuando realizaba algun acto y...
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«El hogar no es tan bueno como antes»
El viernes había llegado en un abrir y cerrar de ojos, ahora Arlette esperaba impaciente a ser llamada para poder irse. Jugaba con sus manos, sacando y volviendo a colocar sus anillos una y otra vez, su pelirrojo cabello estaba perfectamente peinado sobre su hombro derecho y caía como cascada sobre su clavícula y pecho.
Los nervios iban en aumento, y es que no sabía lo que llegaría a encontrarse allí. El panorama según la carta de su abuela no era malo pero no llegaba a tener una pizca de bueno. En sí, Arlette se preocupaba por su madre y la extraña enfermedad que le dijeron que tenía, no le parecía normal que no encontraran una cura siendo que allí había un montón de buenos medimagos.
Volvió a suspirar, jugando con el dobladillo de su falda, cuando la llamaron indicándole que ya podía irse. Agarró su bolso con suma rapidez y se dirigió al despacho del director para poder irse.
El salón de su casa se encontraba en completo silencio, la gran rata blanca su abuela se acercó corriendo antes de rodear a la chica un par de veces y salir corriendo escaleras arriba. Un fuerte golpe se escuchó desde arriba antes de poder divisar una larga melena roja portada por una pequeña y sonriente niña.
— ¡Arly! —gritó la pequeña antes de saltar a sus brazos.
— Hola, Merline —la chica abrazó a la pequeña también, dejando caer su bolso al suelo para poder acariciar su pelo con mayor facilidad— ¿Cómo has estado, pequeña?
— Bien —contestó con una sonrisa aún más grande si era posible— La abuela me ha estado mostrando un montón de cosas sobre Hogwarts para cuando entre el año que viene. Es una pena que sea tu último año cuando yo entre.
— Pero si yo sé que no me quieres ni ver la cara.
— Cierto, eres muy pesada.
La mayor rió con ganas antes de preguntarle a la niña dónde se encontraba su abuela. En cuanto lo supo, Arlette subió corriendo las escaleras en dirección al despacho de su padre. La abuela Gloriosa llevaba un largo vestido color azul oscuro que resaltaba el color de sus claros ojos.
— Mi naranjita —chilló en cuanto vio entrar a la adolescente. Se acercó con rapidez y la agarro por las mejillas para poder sacudirle la cara, provocando diferentes muecas involuntarias— pero mira que grande estas.
Arlette negó con la cabeza, llevaba con la misma altura, proporciones y cara desde hacia un par de años, lo único que cambiaba era la longitud de su pelo pero su abuela le repetía eso cada vez que se veían.
— ¿Cómo está? —preguntó la chica.
Gloriosa agarró sus manos y tiró un poco de ellas para que la siguiera, directas a un sofá color gris que se encontraba en el lugar. Ambas se sentaron, girando un poco sus cuerpos para poder verse cara a cara cómodamente.
