Capítulo 19.
¿Dónde has estado?
El revuelo que había en ese momento en el Gran Comedor rara vez se había visto. El padre de Arlette se encontraba junto a los profesores discutiendo sobre la situación. Algunos alumnos se hallaban aún hablando sobre la joven y otros simplemente pasaban del tema. Había sido un día bastante agotador para la mayoría, y es que no habían parado ni un minuto. Les habían dado vía libre para buscar a De la Fontaine, lo que significaba vía libre para recorrer Hogwarts, claro está que con algunas restricciones.
La puerta del comedor se abrió lentamente, captando la atención de los alumnos sentados junto a esta, a través de ella se podía ver a una pálida y ojerosa Arlette, la cual venía apoyando su brazo sobre los hombros de cierto pelinegro de ojos claros. La chica difícilmente podía caminar sola, por lo que era ayudada por el joven, quien agarraba su cintura evitando que cayera. Caminaron hasta estar frente a su director y profesores, además del padre de la pelirroja, quien al verla se acercó con rapidez para quedar a su lado y ayudarla a sentarse.
— Joven Riddle —fue Slughorn quien habló primero— Qué alegría que haya encontrado a la señorita De la Fontaine.
Tom hizo una leve mueca.
— ¿Dónde la encontró? —Dumbledore quiso saber.
— A la entrada del bosque, venía hacia aquí luego de pasar por mi Sala Común para recoger más abrigo, vi algo blanco en la entrada del bosque, me sorprendí mucho cuando la vi allí tirada —explicó.
«Mentiroso» pensó Arlette.
— ¡Eso es maravilloso! —exclamó Slughorn. Dippet asintió en respuesta— La señorita Kuriel se alegrará muchísimo de saber que la han encontrado.
Dumbledore miró a Arlette quien, desde el suelo en dónde la habían sentado segundos atrás, no quitaba la vista de Riddle.
— Señorita De la Fontaine —la nombrada miró hacia arriba, en su dirección. Un asentimiento le indicó que lo escuchaba— ¿sería de mucha molestia si le pregunto si recuerda algo de cómo o con quien llegó hasta allí?
La pelirroja pareció dudar varios segundos, miró a Tom Riddle quien miraba directamente en su dirección casi sin pestañear.
— No —dijo sin despegar la vista de la del contrario— no recuerdo nada.
•
Francesca la iba a asfixiar.
Desde que le contaron que habían encontrado a la pelirroja y esta estaba despierta, había salido corriendo en su busca y llevaba colgada y abrazada de ella desde entonces, aún sabiendo cuanto odiaba De la Fontaine los abrazos y contacto físico. Era sumamente agotador para la chica tener colgada a su mejor amiga, por eso lo único que hacía era quejarse y maldecirla, pero eso poco le importaba a la ojiazul.
También había recibido un bombardeo de preguntas por parte de Kristoff y Marie-Anne, la segunda había tratado de controlar a la rubia, la cual no paraba de soltar preguntas con apenas tiempo a contestar. Su padre, por otra parte, se había ido haría dos horas luego de asegurarle unas veinte veces que estaba en perfectas condiciones, simplemente algo cansada y con un poco de hambre. Recibió preguntas y algunos comentarios por parte de otros alumnos que en su vida había visto, pero tal era su agotamiento que decidió simplemente sonreír y soltar algún que otro agradecimiento.
Su llegada a la Sala Común no fue para menos, incluso unas niñas de primer curso se habían acercado. A esas Arlette decidió contestarles correctamente.
— ¿Necesitas algo? —preguntó Francesca una vez que estuvieron sentadas en uno de los sillones.
La pelirroja la miró mal.
— No empieces, Kuriel —advirtió.
La pelinegra asintió en señal de rendición, tampoco quería agobiarla pero no podía evitar preocuparse bastante por su mejor amiga, aquella quién era un pilar fundamental en su vida y la cual muy raramente se dejaba ayudar por otros. Y es que desde que se conocieron era así, Arlette negaba la ayuda de cualquier persona, cercana o no, que se la ofreciera y eso irritaba un poco a la pelinegra.
Al cabo de media hora la sala común se fue vaciando y con ella, Francesca se retiró. Arlette miraba el fuego tranquilamente, sintiendo como el calor daba de lleno en su cara y evitaba que se congelara. Le había pedido a la pelinegra que le trajera un libro de su habitación porque, estaba cansada sí, pero no tenía ni una pizca de sueño. Le había traído una novela muggle, Arlette rodó los ojos, eso era sin duda un regalo de la tía abuela. A la pelirroja no le molestaba leer novelas muggles, es más, muchas de sus favoritas venían de escritores no-magos, pero claro, ni fueras a decir eso delante de su difunta madre porque terminabas con la marca del libro en la frente.
Quedó sola al cabo de una hora más, sus ojos iban de un lado a otro, había llegado a la parte más interesante. Claro estaba que la rapidez en su lectura de debía a años sin parar de leer, y es que su abuela la obligaba junto a su primo a estar mínimo una hora y media en la biblioteca leyendo, y eso inconscientemente se volvió costumbre.
— De la Fontaine.
Una voz firme pero baja sonó detrás de ella, la pelirroja sonrió, lo estaba esperando. Notó como la punta de algo frío se posaba en su cuello, específicamente en una zona, haciendo estremecer a la joven. Cerró el libro con lentitud mientras lo dejaba a su izquierda. No se giró, sin embargo podía ver la sombra del contrario debido al reflejo por la luz del fuego.
— Dime, Riddle, ¿qué me has hecho?
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Blood Queen ━ Tom Riddle
FanfictionBQ | Arlette De la Fontaine no se caracterizaba por ser cariñosa o divertida. Sin embargo, poseía un carisma bastante atractivo para la mayoría de las personas. Carecía de filtro en sus palabras, no sentía pudor alguno cuando realizaba algun acto y...