BQ | Arlette De la Fontaine no se caracterizaba por ser cariñosa o divertida. Sin embargo, poseía un carisma bastante atractivo para la mayoría de las personas.
Carecía de filtro en sus palabras, no sentía pudor alguno cuando realizaba algun acto y...
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«Malas noticias»
El timbre de voz de Kristoff era demasiado agudo y su insoportable dolor de cabeza no ayudaba en lo más mínimo a que Arlette aguantara escucharla. Parecía como si Riddle viera su sufrimiento porque una sonrisa se plasmó en su cara en cuanto la chica comenzó a hacer muecas de dolor. Por su parte, Francesca miraba su pierna derecha, la cual dolía pero no presentaba ningún rasguño y/o hinchazón.
— Para —habló en cuanto pudo la pelirroja— Necesito que me hables más despacio y si es posible que hables un poco más bajo. Me duele horrores la cabeza y esa voz pedante de silbato que tienes no ayuda en nada.
Anne rodó los ojos. Él carácter de la chica no era un enigma para ella, mejor dicho, para nadie.
— No cambias —dijo Anne. Luego comenzó a hablar un poco más bajo— Te decía que en cuanto alcanzaste a Kuriel, ambas cayeron al suelo. Kuriel se dobló la rodilla de una forma... muy extraña, y tú te golpeaste la cabeza con uno de los filos de la pared.
— ¿Y qué hace el individuo este en toda esta historia? —preguntó la pelirroja con una mueca de disgusto hacia Riddle.
— Riddle fue quien me ayudó a traeros a ambas hasta aquí —informó.
De la Fontaine asintió poco segura de como reaccionar ante el acto del chico. Eso no era muy normal en él y menos si se trataba de ella.
— ¿Y él? —señaló a Dumbledore.
La rubia iba a comenzar a hablar pero el hombre la interrumpió.
— Iba caminando hacia al comedor cuando escuché todo el alboroto. De igual forma debía asegurarme que se encontraban en buen estado por orden del director —respondió el hombre con total naturalidad.
Arlette asintió antes de darse media vuelva y seguir durmiendo.
— Arly —llamó su amiga. Esta gruñó en respuesta— ¿Qué haces?
De la Fontaine abrió un ojo para mirar donde se encontraba su amiga. Francesca estaba al borde de su cama, con una de las piernas colgando y la otra tapada con una fina sabana blanca.
— Duermo.
— Siguen aquí —susurró señalando a las tres personas que aún seguían allí con la mirada.
Arlette giró la cabeza en dirección a ellos, sin saber por qué seguían ahí.
— Creo que sería un poco agobiante quedarse a mirar como duerme una persona —dijo. Luego volvió a acomodarse en la cama— pero como no soy nadie para decirles nada, espero que disfruten de como duermo —como si fuera un resorte, volvió a incorporarse, provocando que el dolor de cabeza se intensificara— ¡Aish! ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
