X. Almost Christmas

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Capítulo diez.

Capítulo diez

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Casi Navidad.


La joven pelirroja se encontraba a las afueras del castillo, bajo su brazo un pequeño libro negro de alrededor de trescientas páginas. Miraba hasta el más mínimo detalle del castillo, cada marca o pequeña grieta; ignoraba el hecho de que aquella mañana de domingo, era una de las más heladas de aquel invierno. Faltaba demasiado poco para las vacaciones de Navidad y no se sentía cómoda dejando Hogwarts, ya no.

Respecto al discurso sobre la exposición de su madre, había ido relativamente bien. Incluso sentía cierto orgullo hacia su persona. Su padre, aquella tarde, la había felicitado una y otra vez, repitiéndole a cada momento que su madre hubiera estado orgullosa de ella, algo que la reconfortó bastante y le dio fuerzas para continuar y terminar la exposición.

— ¿No hace demasiado frío aquí fuera? —Francesca apareció, tapando su perfecta vista.

La pelirroja se limito a levantar sus hombros.

— No me importa —contestó— prefiero el frío antes que estar bañada en sudor.

— No hay quien te entienda, —bufó— hace dos días eras fanática del calor y ahora parece que lo odias.

— ¿Irás a casa por Navidad? —ignoró su anterior comentario.

— Sí, mi tía Martha quiere volver a hacer sus típicas reuniones familiares, ya sabes, niños pequeños saltando por doquier y adultos insoportables preguntándote qué tal los estudios para criticar luego.

Arlette rió.

— ¿Tú? —preguntó esta vez Kuriel.

— Debo ir —suspiró— Recuerda que la persona que mamá invitó a casa sigue teniendo que venir. Papá me dijo que no hacía falta que viniera si yo no quería, pero no podría hacerle eso a alguien —Arlette quitó el pelo de su cara, dejando este sobre su hombro derecho— Es más, si mi madre quería hacer esto, sería por algo y es lo menos que puedo hacer.

Francesca asintió, entendiendo a lo que su amiga se refería. Esperaba que la visita de aquella persona sirviera de algo y que, por lo menos, la distrajera de todo lo que la chica había estado pasando durante las últimas semanas.
Por otro lado, la pelirroja sentía una tremenda curiosidad sobre quien sería la chica o chico que estaría en su casa. Nunca le habían gustado los desconocidos, añadiéndole el hecho de que era realmente mala haciendo amigos, simplemente porque no soportaba a nadie. Era sin duda un milagro que llevara siendo amiga de Francesca tantos años.

— ...pero estaba demasiado raro hoy —terminó de hablar Francesca. De la Fontaine, quien no había estado prestando atención en ningún momento, giró su cabeza.

— Espera, ¿qué? —dijo confusa— ¿de quién hablas, Fran?

— De Malfoy —respondió— ¿Me estabas acaso escuchando? —la miró con cierta molestia.

— No —dijo con simpleza— Repite.

— Malfoy —dijo— Más raro de lo normal —sus ojos recorrieron la cara de Arlette— ¿Es que acaso no notas que ya ni te dirige la palabra?

— ¿Y debería preocuparme por eso? —la chica rió— Es un milagro que ese imbécil ya no esté molestando. Debería estar dando una fiesta, ¡por Merlín!

— Yo sólo decía —se encogió de hombros, viendo a su amiga abrir el libro que tenía e ignorando a la ojiazul completamente— sólo quería advertirte —susurró apenas audible.



02:23AM, Sala Común de Slytherin.

— ¡No es mi jodido problema! —exclamó la chica— ¿Por qué mierda siempre tienes que estar en los mismos sitios que yo?

El pelinegro bufó con molestia, más se dedicó esta vez a ignorar por completo la existencia de la chica. Aquella pelirroja lo estaba irritando de sobremanera y en cualquier momento iba a saltarle encima y hacer que se callara de una vez.

— Hazte el desentendido ahora —gruñó. Arlette se sentó en en el suelo frente a la chimenea, abriendo el mismo libro que había estado leyendo aquella tarde junto a su amiga e intentó calmar aquel instinto asesino que aparecía cada vez que Riddle estaba cerca.

Lo miró de reojo, escribía algo en un cuaderno. Sus ojos viajaban de un lado a otro mientras que su mano escribía lentamente las palabras sobre el papel; su rostro algo pálido hacía resaltar bastante sus facciones. Unas pequeñas sombras negras se formaban bajo sus ojos, pero estas no dañaban en absoluto su atractivo. Arlette rodó los ojos, «si tan solo no fuera tan imbécil », pensó la chica. Una risa escapó de los labios del contrario.

— ¿ Y tú de qué te ríes ahora? —habló tosca la chica.

Riddle la volvió a ignorar.

Arlette cansada de aguantar al individuo en la misma estancia, se levantó camino a su dormitorio en donde continúo su lectura hasta pasadas las cuatro.




Estaba muerta en vida.

Eso era lo único que cruzaba la mente de la pelirroja cuando tuvo que levantarse habiendo dormido apenas dos horas. ¡No era su culpa! Claro que no, era culpa de ese estúpido y entretenido libro que la tuvo en vela casi toda la noche. Su pelo y cara eran la representación del desastre, lo único que volvía a salvarse nuevamente era su uniforme, siempre impecable. Incluso su gata se había despertado aquella mañana con energía, y esa energía era equivalente a arañazos aún más fuertes, por lo que a su rostro con grandes ojeras, ahora se le sumaba un arañazo que iba desde su pómulo derecho hasta su barbilla.

— Déjame aunque sea atarte esa cosa que llamas pelo —ese fue el primer comentario que soltó la joven Kuriel al ver a su amiga aquella mañana en el comedor.

También, cartas habían llegado aquel día, una por parte de su padre para Arlette. «Nos vemos en cuatro días » era la última frase que decía la carta. Ahí es dónde la chica cayó en cuenta que dentro de pocos días, volvería a su casa.

— ¡Volvemos a casa en cuatro días! —gritó llamando la atención de gran parte del comedor y asustando a Francesca. Un pequeño «es De la Fontaine, nada nuevo» se escuchó desde la mesa de los Ravenclaw.

Con una mano en el pecho, la ojiazul la miró mal:— Sí, deja de gritar —se quejó — casi me matas del susto, estúpida.

— Exagerada —bufó antes de salir corriendo.

Blood Queen ━ Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora