Capitulo ocho.
«Una amiga»
Francesca abrazaba a la pelirroja con ganas, intentando transmitirle todo su apoyo. Arlette sólo correspondía, ya no tenía más lágrimas que derramar; su cabeza dolía debido a los tres días consecutivos que estuvo llorando, como si su vida dependiera de ello.
Su padre le había recomendado quedarse en casa aunque fuera por esa semana, pero la chica se negó en rotundidad. Necesitaba algo que la distrajera de todo el dolor que sentía ante la pérdida de su madre, y que mejor lugar que Hogwarts. Al llegar, Kuriel se había lanzado de lleno sobre ella para abrazarla y, por una vez en su vida, De la Fontaine no la había rechazado como tantas veces.
La pelinegra había faltado a clases, le importaba bastante poco que la castigaran, simplemente quería estar con su amiga. Arlette quería asistir a clase, pero al entrar y ver a Riddle en la Sala Común, sus ganas se disiparon. De igual manera, el abrazo que había recibido por parte de su amiga durante varias horas la había reconfortado de sobremanera.
— ¿Quieres bajar al comedor o vamos directo a las cocinas? —preguntó cerca de la hora de la cena.
Arlette la miró, su amiga notó las horribles ojeras que se formaban bajo sus ojos y una pequeña opresión se hizo notable en su pecho.
— Vamos al comedor —susurró— No es como si tuviera que estar escondida el resto de mi vida.
Dudosa, Francesca la soltó y se levantó de la cama, alisando la falda de su uniforme una vez que estuvo de pie. La pelirroja la imitó, salvo que ella alisaba el vestido azul marino que llevaba puesto, agarró el largo abrigo negro que había utilizado días atrás y se lo puso, dejándolo abierto.
— ¡Vaya! —exclamó Kuriel al ver la esbelta figura de su amiga con aquella ropa— Lástima que mañana debas volver a utilizar este horrendo uniforme porque menuda belleza.
La contraria hizo una mueca que la contraria interpretó como sonrisa, Francesca sonrió aún más al haberle sacado un intento de sonrisa a su amiga. Salieron de la habitación, en dirección al Gran Comedor, bajo la atenta mirada de algunos alumnos.
Hacía bastante frío, por lo que De la Fontaine tuvo que agarrar fuertemente su abrigo en busca de calor; no levantó la mirada en todo el trayecto hacia el comedor, no se sentía con ánimos de encarar a nadie. Si bien la pelirroja siempre había sido una chica la cual llevaba el mentón en alto, ahora quería meter la cabeza debajo de la tierra y asfixiarse. Solamente iba al comedor para darle un par de bocados a la primera comida que viese y así no preocupar a su amiga. Arlette había dejado de comer y esto, en consecuencia, había provocado que su masa muscular disminuyera. Era por eso que Kuriel le había hecho el anterior comentario, su vientre estaba plano, pero no por el ejercicio físico y lo que se encontraba en su abdomen fuera musculatura, sino porque allí no había nada, apenas grasa.
El comedor cayó en cuanto la chica entró, con la cabeza gacha y seguida por su dulce amiga pelinegra. Algunos la miraban con pena —ya sabiendo las noticias del fallecimiento de su progenitora—, otros simplemente hablaban bajo, provocando un leve murmullo en el lugar.
— Arly —llamó Francesca, más ésta la ignoró.
Arlette se sentó en el primer asiento que vio, no levantó la cabeza en ningún momento. Ni siquiera cuando el murmullo del comedor se hizo más fuerte, tampoco cuando Kuriel se sentó frente a ella, mucho menos cuando la voz de Tom Riddle se escuchó a su derecha. Le importaba poco estar sentada junto al chico en esos instantes, solo quería darle un par de bocados a su cena e irse de vuelta a su habitación en donde enterraría su cabeza en la suave almohada y roncaría hasta la mañana siguiente cuando fuera despertada por los innumerables arañazos de su pesada pero preciosa gata Calíope.
Agarró un poco de pastel de calabaza, dejándolo frente a ella para mirarlo con duda. El tenedor bailaba de un lado a otro en su mano, pinchando cualquier lugar del plato que se encontrara libre del alimento; Francesca estaba a punto de saltar y clavarle el dichoso tenedor en el ojo.
— Arly, come, por favor —suplicó su amiga.
La pelirroja levantó la cabeza, dando una perfecta vista a alguno de los presentes de su pálida piel y las enormes manchas negras bajo sus ojos. Asintió con pesadez, si no comía aunque fuera un poco, estaba segura que la pelirroja la haría tragar media cocina en dos minutos.
Pasada casi media hora, la chica había logrado comer medio trozo de la porción que se había servido del pastel de calabaza. Dejó el tenedor en el plato y se levantó, y sin dirigirle la mirada a nadie, salió del lugar en dirección desconocida.
Caminaba con lentitud, dejando que el frío la calara de arriba a abajo. Se quitó la chaqueta, ahora no le importaba congelarse; tiró la prenda negra a un lado y comenzó a subir escaleras. Iba despacio, no tenía ninguna prisa en llegar a su destino. Tarareaba una dulce melodía, una nana que solía cantarle su madre hasta que cumplió los cinco años de edad; miraba los escalones, éstos oscuros dada a la poca iluminación, sus pasos resonaban levemente contra el material por el que pasaba.
Llegó arriba, justamente a la torre de Astronomía, en donde un anochecido paisaje se dejaba ver al traspasar la barandilla. Se acercó a ésta, suspirando y volviendo a tararear la única melodía que recordaba a la perfección, hasta el más mínimo detalle.
Tocó la fría piedra de la pared con sus manos, cerró los ojos ante tal acto.
Quería gritar, más no podía.
Quería llorar, pero no tenía más lágrimas las cuales derramar.
Si tuviera que describir cómo se sentía, diría que se sentía perdida.
Abrió los ojos, mirando al horizonte, inhalando y exhalando el helado aire varias veces. Su mente le repetía en innumerables ocasiones que se subiera a ahí y saltara sin pensarlo, más la opresión en su pecho lo impedía al pensar en la decepción que sentiría su familia y más su madre al enterarse que había acabado con su vida de una manera tan sencilla, sin haber luchado por lo que quería o defendía.
Tembló, haciendo que sus dientes chocaran y provocaran un molesto sonido. Se abrazó y comenzó a sobar sus brazos con un poco de fuerza para poder entrar en calor, más no se movió de su sitio. De alguna manera, agradecía que Francesca no la hubiera seguido y se hubiera quedado en el comedor luchando con un insoportable rubio platino.
Un ruido detrás de Arlette provocó que la chica se girara con rapidez y mirara en todas direcciones en busca del causante de aquel ruido, pero allí no encontró a nadie. Iba a volver a darse la vuelta cuando su mirada cayó en un trozo de tela perfectamente doblada.
Más bien, en una manta verde perfectamente doblada que reconoció de inmediato.
ESTÁS LEYENDO
Blood Queen ━ Tom Riddle
FanfictionBQ | Arlette De la Fontaine no se caracterizaba por ser cariñosa o divertida. Sin embargo, poseía un carisma bastante atractivo para la mayoría de las personas. Carecía de filtro en sus palabras, no sentía pudor alguno cuando realizaba algun acto y...