Capítulo diecisiete

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—¡Lo extraño!— exclama Kenzia lloriqueando.

—Amor, sigo aquí. — dice Ethan posando su mano en el hombro de mi mejor amiga.

Ella saca sus manos de su rostro y lo abraza.

—¡No quiero que te vayas!— grita.

Bufo y ruedo los ojos poniéndome los lentes de sol.

—Que dramática por dios. — murmuro poniendo una mano en mi cintura.

Estamos en la pista privada dónde está el jet privado de Ethan aguardando a que su novia se despida de él por séptima vez.

Miro mi reloj de oro y eran las once a.m

—¡Kenzia apúrate! ¡Me hace calor!— grito apurándola.

Deja de abrazar a su novio y me mira indignada.

—Si tu novio se va, tú también estarías igual. — me señala.

—¡Mi novio está muerto, dah!— ruedo los ojos.

—¡Sólo espera!— choca su tacón contra el suelo cómo una niña caprichosa.

Bufo. Quiero matarla.

—Prométeme que me llamarás, ¡y que me amarás por siempre!— aprieta las mejillas de su novio.

—Lo prometo bebé. — Ethan besa sus labios. —Te amo.

—También te amo. — dice Kenzia haciendo puchero.

—Adiós cielo. — dice antes de subirse al avión.

Kenz gira con los brazos cruzados y su labio inferior comienza a temblar. Oh no, no quieras llorar.

—Se fue. — y llora.

Me acerco a ella, la abrazo y golpeo su cabeza levemente.

—Ya, ya. — murmuro. Enserio no sé cómo hacer eso.

Caminamos hasta fuera del aeropuerto y subimos a mi deportivo rojo.

—Lo voy a extrañar. — dice sacando sus lentes de sol de su Givenchy. —Pero más extrañaré sus masajes en mis pies.

—Cómo tú digas... — digo pisando el acelerador y girando el volante hacia la izquierda.

—Liam acaba de mandarme un mensaje. — dice Kenzia.

La miro un segundo y lee el mensaje.

—Dice que si podemos ir a buscar a Sabrina por la pizzería.

Ruedo los ojos al recordar que hoy ella almorzaría con nosotros.

—Está bien. — bufo. —Sosténte. — advierto.

Giro el volante bruscamente hacia la dirección opuesta a la íbamos y piso el freno de golpe haciendo que el auto por poco voltee.

—Y después yo soy la loca del volante. — murmura mi mejor amiga con los ojos abiertos.

Me escojo de hombros. Mi celular suena de mi mochila.

—Fíjate. — le digo a Kenz.

Saca el iPhone 7 rojo del bolso y lo mira extrañada.

—¿No tenías el 7 negro?— pregunta.

—Lo arrojé al retrete sin querer ayer cuando fui al baño en el restaurante. — digo indiferente.

Kenzia toma mi pulgar y lo pone en el botón del celular para que se desbloquee por la huella dactilar.

—¡Es un E-mail de Mary Jane!— exclama.

My most precious diamondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora