7ma meta - Control - Parte IV

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Dazai despertó y se desperezó sobre el blanco futón al escuchar los pájaros cantar. Hace mucho tiempo que no dormía así de bien, y quizá fue gracias a lo sucedido la noche anterior.

Y quizá los lectores se pregunten ¿qué sucedió la noche anterior?

Algo que indudablemente quedará en la memoria del castaño grabada a fuego, y de Chuuya, es discutible, el alcohol borró el 80% de lo sucedido aquélla noche.

Y solo quedará allí, en sus memorias, y nadie mas que ellos dos lo sabrá. Lo siento mucho.

Hoy ya era un día diferente y las cosas debían continuar, levantándose para preparar algo para comer.

Bueno no, acá les va lo que quieren leer: (Perdón necesitaba hacerlo)

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Cuando decidió ir a la casa de Chuuya, sí; el motivo era distraerse de todo lo que le había estado atormentado aquél día.

Pero no; la idea no era terminar así.

Tendido sobre la cama ajena totalmente expuesto. El arco de la espalda marcado por tener los brazos hacia atrás, amarrados en las muñecas gracias al cinto de seda rojo de la bata que llevaba esa noche el pelirrojo.

¿Cómo terminó así?

—No dejaré que te salgas con la tuya esta vez — sentado con la bata abierta descubriendo su desnudez sobre el regazo del otro, Chuuya deslizaba el dedo índice a través las estorbosas vendas que cubrían el pecho del castaño bajo una sonrisa arrogante.

Él era veloz, ágil, y fuerte. Y así como Dazai podía predecir sus movimientos, Chuuya había aprendido a burlar sus predicciones cuando mantenía la guardia baja.

La noche que estuvieron juntos, se dio cuenta que no podía controlarse con las manos de Dazai sobre él. El castaño estaba acostumbrado al control, y lo llevaba muy bien así. Pero aunque el alcohol viajaba por su sangre despertando los sentidos mas instintivos, también era capaz de entender lo fácil: amarrado no podría controlarlo. Había, en un arrebato de beso fogoso y provocativo, quitado el cinto y amarrado con precisión en un par de segundos al más alto tomándolo por sorpresa.

—Eres insufrible.— balbuceó mientras deslizaba sus muñecas con el afán de liberarse. No era ni una situación conocida, ni mucho menos, una cómoda. 

—Ey, las manos quietas, que te conozco— sonrió auto suficiente inclinándose hacia él para amarrarlo mejor — y recomiendo que cuides tus palabras, o juro que terminarás amordazado.

—¿Eres de esos? — preguntó arqueando las cejas.

— No lo sabrás.

El pelirrojo se rió satisfecho con la cara confusa que le brindaba y acarició ambos pectorales de Dazai, cubierto de vendas que él mismo le había colocado mas temprano. Deslizó el espacio donde se encontraban los pezones y el castaño no pudo evitar ponerse nervioso, aunque no sería algo que manifestará así sin más. Y no es que la situación le daba miedo, simplemente para tan poco tiempo, había perdido demasiado el control de las cosas y esto era como la frutilla del postre. Sabía que un simple cinto no podía inhabilitarlo mucho tiempo, y que tenía otros métodos para detener la situación. Pero se haría el tonto, solo para ver hasta donde podía llegar el otro.

El pelirrojo se inclinó con una mirada macabra hacia el pecho, deslizando su lengua por los pezones rosados del más alto, Dazai sintió su piel erizarse, pero no respondió en lo absoluto. Chuuya pensó que seguro muchas de sus terminaciones nerviosas ya habían colapsado después de tantos "accidentes" y quizá debía ser algo más... Entusiasta.

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