Agridulce

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En la ventana de unos de los pasillos del hospital más prestigioso de Yokohama, Chuuya se apoyaba en el marco de esta mirando hacia afuera la noche acompañada de los pocos transeúntes despreocupados cruzar las calles. En su rostro, adornado por un par de ojeras, se denotaba el cansancio que venía acarreando de varios días, con un café en una de sus manos, y en la otra, un cigarrillo, aspirando el humo mientras dejaba que las horas simplemente pasasen.

—Permiso... — Kunikida se situó a su lado de espaldas a la pared, al lado de la ventana que Chuuya ocupaba. Miró de reojo en silencio al pelirrojo que apenas frunció un poco el ceño por la inesperada compañía.

—¿Quieres? — aún con su mirada perdida en la noche, sacó la cajilla de cigarros de su bolsillo y la extendió para que tomara alguno.

El rubio se negó con un gesto desaprobatorio, no percibido por el otro —No fumo, tu tampoco deberías. Al menos no en un hospital.

Sonriendo, Chuuya exhaló el humo de sus pulmones y apagó lo que quedaba sobre el marco de la ventana a la vez que tiraba la colilla en el cesto de basura que había a un lado — En la agencia todos son bastante ¿cómo decirlo? "honrados".

—Es importante mantener una imagen, que de ejemplo y permita un cierto orden.

—La imagen lo es, aunque al final... por mas que quieras mostrarte como alguien poderoso, sereno y tener todo bajo control... siempre en los momentos más inoportunos y críticos terminas mostrando la verdadera naturaleza humana, egoísmo, mezquindad, miedo. Eso es lo que somos.— comentó apenas en un murmuro, apoyando sus codos en el marco bebiendo un sorbo de café.

—No has estado mucho con él.— Cambió de tema el idealista al notar como el otro había bajado el tono de voz, no esperaba hablar de él por medio de indirectas.

—¿Ha dicho algo?— preguntó con curiosidad, aún dirigiendo su mirada a la calle.

—No es necesario. Sin embargo, estas aquí todo el tiempo, ¿por qué no lo acompañas más en vez de quedarte aislado, solo, sin hacer nada?

—Duerme la mayor parte del tiempo — una pequeña risa sarcástica se le escapó dejando al rubio confundido — y estoy al tanto de como está. No necesito ver como se muere por elección propia... — bebió el último sorbo de café, y dejó la taza a un lado mientras se giraba a ver a uno de los integrantes de la Agencia — ¿Kunikida Doppo, cierto? 

—Así es, ya nos hemos visto, ¿no sabías mi nombre?

—No hemos charlado apropiadamente — sonrió en una mueca cansada — Ah, ¿Dazai te saca de quicio a ti también, eh? — preguntó con tono divertido mientras apoyaba su hombro en la pared y dejando sus brazos cruzados.

Colocando en su sitio los lentes que resbalaban sobre el puente de su nariz suspiró asintiendo. 

—Seguro te enfadas rápido, si no tiene la respuesta que espera, no insiste mucho.

—Yo creo que se esmera en obtener una respuesta. — bufó — Sabe ser muy irritante  y desesperante. 

—Lo es— dijo mientras apoyaba ahora su espalda contra la pared y miraba una pintura que adornaba el pasillo, una bastante sombría, al menos eso veía él — Aún así, Dazai no tiene realmente maldad en su corazón, ni siquiera sus actos más atroces los cometió  con malas intenciones, a menos que las intenciones egoístas las veas como malas. Pero tampoco es benevolente... Solo le importa el fin. Pero en la vida, real fuera del trabajo, creo que es puro miedo.

—Se ve que lo conoces bien.

—Para conocer a alguien necesitas haber visto ambas caras de la moneda. Aún así me gustaría decir que si, pero tampoco se quien es... sino sabría que necesita para ser feliz aquí.

Consultorio • Soukoku •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora