Prefacio.

19.5K 1.1K 219
                                    

Era sin dudas una de las peores celebraciones de cumpleaños de su vida. Durante todo el día estuvo encerrada sin autorización alguna de visitas, sus salidas fueron restringidas y extrañaba terriblemente a su familia.
Gabrielle no recordaba la última vez que pasó esa fecha rodeaba de todas las personas que le importaban, nada fue lo mismo desde que unió su vida a una bestia sin emociones.

Ni siquiera fue capaz de recordar su aniversario de vida.

Vaya modelo de hombre.

Estaba sola, como casi todos los días y noches. Aunque era algo que también agradecía, la soledad que la envolvía era lo único positivo de los comportamientos tan desagradables de su esposo.

Miró por la ventana, podía escuchar con claridad la potencia del viento azotar con violencia los cristales, el siniestro silbido colándose mientras las pesadas gotas de agua arremetían contra la tierra londinense con saña. Hoy no era una noche de lluvia más, hoy el cielo parecía venirse abajo junto con los relámpagos que simulaban gritos desgarradores.

Gabrielle volvió para arroparse entre las sábanas de su cama; se encontraba encerrada en su habitación, temblando de miedo y frío a pesar del calor que el hogar en su habitación proporcionaba.

Ella lo sabía, en el fondo de su temeroso corazón sintió un profundo sentimiento de angustia malsana floreciendo. Todas las sombras que se proyectaban sobre la habitación se cernían con insistencia en su dirección, intentando atraparla entre sus garras.

Noches como estás no hacían más que atormentar su mente y alimentar sus pesadillas. Las peores experiencias de su vida iniciaron con tormentas de esta magnitud, y aquí, en Londres, la lluvia era casi permanente.

Con lentitud dejó expulsar su aliento y se sorprendió de ver el vaho en el ambiente, una extraña corriente de frío atravesó su cuerpo de arriba a abajo, como si de un presentimiento se tratase. Lo siguiente que ocurrió logró hacer piedra su cuerpo puesto que las señales indicaron lo que tanto temió toda la noche.

La habitación contigua mantenía una serie de ruidos amortiguados. Así que rápidamente asumió que su marido había llegado de donde quiera que estuviese emborrachándose o perdiendo su fortuna en apuestas arregladas.

—¡Gabrielle!

Su cuerpo tembló con pavor al reconocer el tono furioso en la voz de su esposo. Cerró los ojos con fuerza sabiendo que aquella noche sufriría.
Por supuesto, no bastaba con tener una tormenta atronadora fuera, una condena de llovizna que le traía a la mente todos y cada uno de los malos momentos que pasó en su niñez, ahora su esposo completaría su tortura.

Tragó saliva y saltó de la cama hasta la puerta principal de su alcoba, quizá podía esconderse en la biblioteca hasta la mañana siguiente. Estaba segura de que se encontraría molesto por la mañana, pero la resaca lo volvería lo suficientemente holgazán como para no desquitarse. Tiró de las manijas con prisa, pero están no cedían a sus intentos. Una oleada de pánico la invadió cuando se dio cuenta de que la había encerrado por el otro lado.

—¡Gabrielle! —Las puertas que conectaban con la habitación de él se abrieron de golpe—. ¡Maldita mujer!

Gabrielle siguió tirando con fuerza de la puerta, pero todo esfuerzo era imposible, sintió un terror casi paralizante cuando su mano tomó con demasiada fuerza su antebrazo.

—¿Creías que escaparías, esposa? —Una sonrisa cruel cubrió el rostro de Albert cuando la vio—, nadie escapa de mí, jamás.

—Por favor, me duele —suplicó al sentir la inmensa presión que ejercía sobre su brazo.

Intentó removerse para soltarse de su prisión, pero sólo logró lastimarse más al forzarlo a apretar su agarre. Se vio de pronto empujada con ferocidad contra la pared y el impacto la dejó sin aliento por un momento. Un sonido escabroso retumbó sobre su cráneo y cerró los ojos para evitar marearse.
Aún no se recuperaba cuando sintió la pesada mano de Albert golpear su mejilla izquierda con fuerza, obligándola a girar el rostro.

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora