Capítulo Cinco.

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Todo había cambiado para ella la noche anterior.

Su hermano la acompañaba a su lado en un transporte que David amablemente les proporcionó la noche anterior. Ninguno de los dos estaba dispuesto a iniciar una conversación, así que el trayecto se convertía en un calvario silencioso.
Gabrielle de pronto fue consciente de que usaba el mismo vestido que el día de ayer, tenía que arreglar eso.

Vaya comienzo de cumpleaños estaba siendo aquel embarazoso viaje.

Golpeó dos veces el techo y el carruaje paró.

—Llévenos primero a Worcester Hall, tengo que resolver un asunto —El cochero volvió a tomar las riendas y el camino siguió.

No se dió cuenta que Benjamin la miraba ahora, puesto que trataba de evitarlo persistiendo en ver la horrorosa vista de la ciudad por la ventanilla.

—¿Qué asunto es ése? —preguntó de forma amable.

—Necesito cambiar mi ropa, ayer estuve en Aberdeen con el mismo vestido.

Pensó que el tono monótono de su voz lo haría callar, pero tal parece que nuevamente se equivocó con Benjamin.

—Se que estás molesta, hermana, pero mis intenciones no eran olvidarme de ustedes —No quería oírlo, él siempre fue su punto débil.

—¿Molesta? Estoy furiosa, Benjamin, desde hace meses que tu familia necesitó de tu presencia y tú estabas perdido o escondido. Creímos en lo que decías en tus cartas, que aún estabas ocupado con asuntos de la universidad —Sacó la carta de Norman a Florence y la estampó contra su mano—. Hay un hombre tratando de acercarse a Florence sin buenas intenciones, es su primera temporada y necesita de ti y tu protección, madre cada vez más sufre dolencias del corazón y Prudence... ella no sonríe, no habla, no vive. Sigue atormentada por los demonios de padre.

Benjamin se quedó en callado leyendo la carta entre sus manos, por un momento Gabrielle pensó haber visto un brillo de satisfacción al leer la nota de Norman, pero pasó tan rápido que no estuvo segura.
Está vez sus ojos de anclaron firmemente en los de ella. Intentando disculparse, pudo ver que sus palabras lograron instalar culpa en él.

—¿Y tú? —Sabía lo que quería decir, pero prefirió desentenderse.

—Yo estoy bien, tengo a mi familia de vuelta.

—¿Por qué sigues viviendo en esa casa? —Se acercó a ella—, ¿qué te detiene?

Isabella.

Quería con todo su corazón llevársela a vivir a casa de su madre, ella se encargaría de proporcionar educación y la apoyaría en la decisión de su futuro que quisiera.
Quería contárselo, pero sintió que era algo demasiado personal y ya no se sentía de la misma forma con su hermano.
No podía contarle que le era imposible ser madre, que esa fue la razón por la que se encariñó tanto con la hija de otra mujer.

—Es mi casa y estaré ahí hasta que mi presencia ya no sea considerada —habló dando por terminada la conversación.

El pequeño espacio quedó sumido de nuevo en un mutismo llano. Volvió la vista dándole la espalda, lo escuchó respirar fuertemente antes de que se alejara el también.
Como se imaginó, no le contaría sus razones para estar alejado.

Cuando llegaron a Worcester, Gabrielle se bajó mucho antes sin esperar la ayuda de algún lacayo.
El cielo se había despejado de las sombras ya hace un rato, suponía que todos seguían durmiendo ya que tardaron un momento en abrirle las puertas.
El mayordomo la saludó cordialmente sin hacer preguntas, sin detenerse caminó directamente a las escaleras.

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora