Capítulo Diez.

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No estaba completamente segura de cuento tiempo había pasado junto a él allí fuera en el jardín, si bien era cierto que se encontraban muy alejados de oídos u ojos indiscretos, era probable que más de una persona hubiera visto salir a David detrás de ella hace un buen rato.

Trato de que eso le importase un poco, quería que su sentido común le dijera que lo mejor sería apartarse y volver a la velada lo antes posible para evitar comentarios contra ellos. Ella sabía lo cruel que un malentendido podía causar en la vida de una mujer, y justo ahora ella volvía a dejar de ser una mujer libre para decidir con quién pasaba sus días, sus noches... Su vida.

—Será mejor que volvamos —murmuró incómoda, pues después de haber conocido la pasión de sus besos no sabía cómo reaccionar—. Alguien pudo haberte visto

—Eso no importa, Gabrielle.

Ella tampoco quiso decir que tenían que volver para que William no sospechara nada. Había dado su palabra, aunque no tuvo demasiada elección realmente.

—Tengo que volver, tengo que cuidar de Isabella —Con dificultad se retiró de su cuerpo y un extraño vacío se instaló en ella cuando lo hizo.

—Estoy seguro de que su familia estará vigilándola, justo ahora me preocupas tú.

—¡Esos buitres despreciables no son su familia! —declaró irritada con él, consigo, con todo el mundo.

Se giró dándole la espalda mientras cerraba los ojos y suspiraba con fuerza. Tenía que recobrar el aliento, tranquilizar los latidos de su corazón y limpiar los rastros antiguos de sus lágrimas.

—Lo siento mucho, es solo que el nuevo duque no es tan bueno como aparenta—sintiéndose miserable, volvió a conectar su mirada con la suya.

Era la viva imagen del pecado, pensó ella embriagada de ternura. Los rizos revueltos, la respiración aún inestable. Su chaleco y camisa estaban arrugados de la parte superior, un profundo rubor cubrió sus mejillas cuando se cayó en cuenta que ella fue la responsable de aquello.

Como dándose una idea de los pensamientos de ella al ver el delicioso rubor subir por su rostro, David se regaló un poco de su tiempo para ver una de sus fantasías cumplidas durante éstos últimos y tortuosos días.
Gabrielle agitada y fuera de su usual cuadro de decoro después de haber estado en sus brazos disfrutando de un beso apasionado y entregado.

Él estaba demasiado dispuesto a seguir con todo aquello, pero cuando sintió su cuerpo arquearse de manera que se acoplaba a la perfección sobre la muestra de su deseo algo se incendió, después la escuchó gemir de forma entusiasta contra su boca y se obligó a alejarse.

Supo que tenía que parar o terminaría arrancando ese hermoso vestido para poseerla sobre la hierba.

Gabrielle estaba sufriendo y no podía aprovecharse de cualquier sentimiento que la hiciera sentir miserable para su propio placer.

Aun así, saboreó nuevamente sus labios recordando la suave textura de éstos.

—¿Por eso estabas así? ¿Tiene que ver con la joven y su familia? —preguntó él un poco más calmado.

—Tiene que ver todo con ella —La voz ausente de Gabrielle llamó su atención.

—Puedes confiar en mí, Gabrielle, te doy mi palabra de que no diré nada —Se acercó y posó sus manos sobre los hombros de ella—. Te prometo que lo resolveremos, justo como estamos haciendo con mi madre y nuestro hermano. Confía en mi.

A decir verdad, ella podía contarle un poco de la verdad. Quizá no sobre el vergonzoso acuerdo que logró, pero si sobre la situación en general. No era mentir, solo decir una verdad a medias.

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora