Capítulo Veintisiete.

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—Encontré a nuestro hermano.

Esas palabras se repetían en su mente como una letanía distante, palabras que dirigían un punto irreal de lo que era fantástico. Lo sintió como una liberación, un soplo de aire fresco que decidió por fin remover un poco de las pesadas cargas que llevaba soportando desde la muerte de Albert. Sonrió de verdad, lo hizo como nunca lo había hecho y en un arranque de emotividad abrazó su hermano efusivamente, olvidando lo que hizo y lo que pudo haber hecho. Él por fin había encontrado aquello por lo que estaban buscando.

Era un mar de dudas lo que logró hundirla en desespero, decepción, e incomprensión. Por un momento creyó que todo estaría sobrepasando los límites a los que era capaz, pero ahora estaba ahí recibiendo una maravillosa noticia. Pasaron unos segundos en los que dejó su sorpresa inicial apoderarse de su alma, fue entonces que notó algo diferente.

Primero no se decidía por darle la atención necesaria, pero descubrió la falta de alegría por parte de Benjamin. Sintió un poco de desesperanza al darse cuenta de que él no regresaba su abrazo de vuelta. De hecho, él no efectuó movimiento alguno.
Supuso que quizá no sería una buena noticia entonces.

Se alejó conectando su mirada confundida con la inescrutable de sus ojos oscuros. Lo que contempló, solo acrecentó sus desilusiones.

—¿Dónde está él? —Temerosa de la respuesta, dio un paso atrás.

—Primero necesito saber que no irás corriendo con Holland a contarle todo.

—¿Qué? ¿De qué rayos estás hablando Benjamin? ¡También es su hermano! —gritó molesta por su comportamiento.

—Baja la voz —pidió mirando a un par de personas reunidas en la entrada.

Prácticamente la arrastró lejos de cualquier ojo indiscreto.
Atravesaron nuevamente las salas del teatro hasta que llegaron a lo que parecía ser los pasillos para los asientos de la primera planta. Llegaron hasta detrás de una de las oscuras cortinas e ingresaron detrás refugiándose en las sombras. Una vez alejados de toda aquella gente Gabrielle se sintió con la seguridad suficiente para poderle gritar por su egoísmo.
¿Qué no se lo contará a David? Él ni siquiera le había dicho toda la verdad a ella.

—Hablé con la madre de Jonathan, la mujer que cuidó de nuestro hermano.

—¿Madre? Él dijo que se lo dio a una mujer, una... bruja, no lo sé.

—¿Madame Gessy? Es la madre de Jonathan. Una mujer buena sin que me quepa duda, aquí el problema es la rata de su hijo. Ella crío a Justin con los medios que pudo durante todos estos años. Nunca quiso alejarse de Jonathan, pero se lo arrebataron —De pronto se detuvo, como si recién comprendiera lo que dijo—. ¿Hablaste con Boswell?

Pero ella le ignoró. Aún ensimismada en la pronunciación del nombre.

Fue como si un poderoso rayo atravesara no solo su cuerpo, si no su mismísima alma. Quería hablar, pero las palabras quedaron atascadas dentro de su boca, sus manos, sus piernas, no fue capaz de mover un solo músculo al ser consciente de lo que ese nombre podría significar.

Como en una de sus pesadillas, la imagen del joven al que huía despavorido ese día en la plaza de la calle comercial llegó sin aviso previo.
¿Podría ser? Justin.
Suspiró y dio algunos pasos atrás logrando que la cortina realizara un movimiento ondulado a su alrededor.

Dime tu nombre y no diré nada.

Ese día su corazón lo sintió. Ella estaba segura, su sangre lo llamó.

—Justin... me llamo Justin.

En un primer instante dejó pasar ese acontecimiento debido a que lo retribuyo a su incesante anhelo por reunir a toda su familia por fin. Gabrielle era una mujer poco supersticiosa, no creía en esas tonterías del destino y las trampas que ponía para contribuir a tu vida, pero éstos últimos meses tenía que admitir que cosas demasiado raras se erigían en su entorno.

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora