Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]

Capítulo Treinta Y Dos.

Una sensación sumamente abrumadora acaparó por completo su corazón. Su cabeza se sentía ávida por hacer todo tipo de preguntas mientras que en su boca toda palabra quedaba paralizada. Por sobre cualquier otra cosa, por sobre cualquier otro delicado sentimiento que pudiera experimentar ahora; Gabrielle estaba feliz. Benjamin también lucía ansioso, hasta podría atreverse a decir que asustado. Veía las señales de su cuerpo impaciente sentado frente a ella en el carruaje.

Las manos enfundadas en gruesos y elegantes guantes de cuero no dejaban de golpetear su rodilla, él tenía la mirada pérdida por la ventanilla mientras que de manera inconsciente mordía la parte interior de su mejilla.

Gabrielle suspiró viendo a un niño de largos cabellos despeinados haciendo esos mismos gestos de ansiedad, recordó cómo el solía llorar cuando no podía defenderlas. Él era un niño tan sensible y expresivo. Nada parecido al hombre adusto de mirada severa, éstas pequeñas acciones le hacían tener esperanzas.

¿Qué fue lo que padre te hizo, hermano?

Negó evitando dejarse llevar a viajes al pasado que ya nada podrían solucionar. Ella tenía que comenzar a pensar en su presente, en las soluciones para poder aferrarse a esa increíble llama de felicidad que entró en su vida. Porque solo el poder divino de Dios sería capaz de hacerla renunciar a todo lo que David, Phoebe e Isabella estaban ofreciéndole... una familia.

Y ahora después de tantos meses padeciendo angustias y preocupaciones, su hermano había logrado encontrar el camino de vuelta a casa. Poco le importaba a ella si su sangre era completa o distante, ese muchacho, Justin, era su hermano.

Sonrió, sintió un amago positivo envolver todo su cuerpo. Buenos tiempos estaban aproximándose, lo sentía en su todo su ser.

—¿Crees que él nos odie? —La voz de Benjamin rompió de pronto el extenso silencio.

Al principio Gabrielle no comprendió la pregunta en su totalidad, pues con su lejana resolución pensó que él no querría entablar conversación alguna.
Aun así, como ya debería estar acostumbrada, con Benjamin jamás se sabe que esperar.

—Pues... no lo sé, lo único en lo que puedo pensar es el regocijo que estoy sintiendo de saber que por fin está a salvo —confesó, con un brillo audaz en su persona—. Hemos esperado esto con ansias.

Él permaneció en silencio un rato, como si estuviera buscando las palabras correctas para decir.

—Él podría odiarnos Gabrielle, ¿lo sabes no?

—Lo sé.

Cambió asiento colocándose a su lado. Se acercó a él y de forma natural y cariñosa recargó su cabeza sobre su hombro.

—¿A que le tienes tanto miedo? ¿Cuál fue tu motivación real para buscar a Justin? —Desde el principio tenía verdadera curiosidad, quería descubrir el enigma de representaba para ella —. ¿Qué ganas con encontrar al bastardo de un marqués?

Él giró el rostro evitando su mirada por completo. Gabrielle decepcionada suspiró pensando que él no le respondería, que nuevamente volvería a ocultarse en su frialdad y secretismo, pero estaba equivocada. Y la respuesta suave y cargada de pena, solo la dejó aún más preocupada.

—Respuestas.

Durante todo el resto camino al hotel de David ninguno de los dos volvió a dirigirse la palabra. Demasiado incómodos con las palabras anteriores o quizá demasiado emocionados por el próximo suceso.
A Gabrielle le dolió la forma precipitada e inconsecuente en la que abandonaron la casa de su madre, le dolió aún más ver la tristeza de no mantenerla al tanto de sus planes, de haberla dejado de lado.