Capítulo Dieciocho.

5.2K 568 26
                                    

Estuvo viviendo en una nube de constante distracción los días posteriores al total fracaso al enfrentarse a Benjamin Whitemore. Tenía una rabia atroz carcomiendo su alma pues no pude descargar todo lo que tenía preparado, deseaba hacerle pagar, a pesar de su pobre explicación y el hecho de que lo hizo por proteger a su familia de la maldita paria social. Había estado dispuesto, logró hacerlo sangrar, podría jurar que nada en el mundo podría haberlo detenido de darle su merecido, pero basto escuchar su voz para penetrar las barreras de la incordiosa ceguera que lo poseyó.

Recordaba sus ojos mirarlo con miedo, su expresión sorprendida y lo pálido de su piel al ver como había dejado el rostro de su hermano. Se sintió una bestia, llegó con ese propósito bullendo en lo profundo de su sistema, pero tan solo verla logró hacerlo sentir un imbécil incivilizado.
Pero la sensación de inquietud fue sustituida por una de alivio cuando rememoro su cuerpo entre sus brazos, el aroma de su perfume aún se sentía tan vívido como el dolor de fantasma de una bala.

Sin duda la duquesa no era fácil de olvidar.

Tenía un firme propósito a partir de ahora. Él prometió tregua a los Whitemore, tenía que empezar a concentrar su atención más en sus negocios y un plan de contingencia. Se dio cuenta de cuánto extrañaba la novedad de lo inesperado puesto que desde que esa familia se abrió paso en su vida fue capaz de descubrir viejas facetas de él mismo.
Despertó de una larga y apesumbrada letanía en la que se hundió después de la muerte de Theresa, se creyó incapaz de volver a sentirse vivo, incapaz de darle importancia al amor, al odio, angustia, esperanza, todos esos sentimientos parecían vacíos e insignificantes en comparación con sus días grises.

David recobró parte de su vida con los últimos acontecimientos. Fue un soplo de aire fresco, la idea de recuperar a su familia revitalizó su forma de pensar.
Ahora solo tenía que encontrar la manera de volver a ser quien era antes sin cambiar lo que es ahora.

—¿Señor Holland?

—Adelante, Millard.

Frente al espejo intentaba acabar de colocarse la levita, observó de reojo como el ajetreado asistente entraba con una libreta en sus manos.

—Buenos días, señor, espero que su noche fuese buena.

—He tenido mejores, pero éstos últimos días he dormido con tanta comodidad como no lo había hecho en años —Procedió a colocarse el chaleco y abotonarlo—. ¿Es la agenda del día?

—Si señor, después de su desayuno tiene la reunión programada con sus compañeros inversionistas, después a las diez tiene auditoria en la oficina de registro para cobrar el seguro de Poole Avenue, al mediodía una recepción para recibir a...

—Millard —Lo detuvo al ver el estrés del pobre chico—. Leí el programa anoche, solo hice una simple pregunta, muchacho

—Oh, por supuesto, señor Holland, lo siento —Lo escuchó suspirar y le colocó una mano en el hombro.

—Hoy es un día importante, si todo sale como es debido, habrá cambios grandes en este hotel —Acomodó sus mangas y terminó de ponerse el saco—. ¿La jefa de planta está trabajando en la habitación del embajador?

—Si señor, están haciendo repaso de limpieza a todo el hotel, he ordenado que dejen todo impecable —Buscó entre la libreta una hoja y se la entregó—. Hoy no tendrá ni un respiro, me temo, las citas se han puesto de acuerdo para esclavizarlo.

—Nada con lo que no haya lidiado antes, Millard, este hotel siempre ha sido una aventura demasiado exigente —respondió con una sonrisa.

—¿Existe otro tipo de aventura, señor?

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora