Capítulo Catorce.

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Exactamente después de haber dejado a su hija en casa de los Dunmore se sintió preparado para partir en dirección de Small Town, los días previos trató de avanzar lo más posible a su trabajo para que cuando George tuviese qué ponerse al mando no hubiese complicaciones. Ahora todo dependía en que tan bien lo trataría el clima durante el camino hasta Birmingham.

Optó por viajar solo a caballo y sin acompañantes, no necesitaba otra excusa para alentar a los malditos Pookas a odiarlo más de lo que seguramente ya lo hacían a estas alturas, llevó la ropa más sencilla que tenía y un arma montada en las alforjas junto a un cuchillo metido dentro de su bota derecha. Aún con su preparación decidió que tomaría los caminos principales y más transitados para evitar a toda costa un asalto. Quizá le tomaría más tiempo llegar, pero no tenía tanta prisa cuando sabía que su sentencia ya estaba asegurada con esa carta.

McGowan estaría esperándolo.

—¿Creé que sea sensato volver, jefe? Ese lugar no fue bueno con ninguno de los dos.

George Millard estaba de pie junto a su caballo ya ensillado. Por la expresión de preocupación que el chico tenía plasmada en el rostro, David pudo adivinar que la idea de él volviendo al lugar de origen de ambos lo inquietaba un poco.

—No es lo ideal, pero no tengo otra opción.

Montó al caballo y palmeó su hocico cuando éste soltaba pequeños relinchos.

—Podría acompañarlo, por seguridad —añadió el asistente.

—No, te prometí que no tendrías que volver ahí nunca más —Tomó las riendas del animal entre sus manos—. Además de que tienes que cuidar de mi hotel, confío en ti, Millard

—Y agradezco la confianza. Que tenga un buen viaje, señor Holland y que Dios lo proteja del diablo en Small Town.

George observó como David azuzó al caballo para instarlo a comenzar el trayecto. Lo que era más alarmante era la peligrosidad de la noche en la que su jefe había insistido en partir, no había duda de que David era un hombre que sabía defenderse solo o sobrevivir a diferentes adversidades de un viaje, pero por sobre todas las circunstancias estaba el hecho de que estaba en dirección al lugar donde su cabeza tenía precio.

Sin duda alguna su patrón seguía siendo un cabezón de primera. Ni su esposa inglesa o el constante regodeo con la nobleza borraban el aire salvaje y aventurero de su vida.

Se giró para entrar por la puerta del servicio, salida que usaron para no llamar tanto la atención de su partida. Tenía cierta idea de por qué todo aún se mantenía en secreto. Una vez dentro del hotel, se retiró a su habitación a prepararse para el siguiente día.

A David le fue un poco más difícil desviar su atención de su actual destino. Sabía a qué iba y sabía con quién. Su instinto le gritaba que no regresaría a casa tan ileso como George Millard quería creer. Pero eso no evitó que diera movimientos firmes al caballo para que continuara su marcha. Lo más responsable que podía hacer era viajar hasta un pueblo fuera de Londres para buscar una posada y dejar descansar al animal unas horas, reabastecerse de suministros y perseguir al amanecer.

Y eso fue justamente lo que hizo, el viaje duró cerca de dos días debido al mal clima que hacía por aquellos rumbos. Hasta después de que las intemperies de la naturaleza se calmaron, continuo con su viaje.
Llegó a la ciudad horas antes del anochecer, cuando el naranja brillante del cielo se mezclaba con las nubes doradas.

Pensó en buscar estadía en un lugar cerca de su encuentro, pero eso sería tentar demasiado su suerte. Se expondría a ser robado, herido... O asesinado.

—Ya estás aquí, no hay manera de echarse para atrás ahora —Se dijo a sí mismo.

—A menos que tengas miedo —Rápidamente giró para ver al hombre responsable de decir aquello.

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora