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Ojalá la felicidad fuera infinita como el universo.








La aparente normalidad no duró demasiado.

Fue una semana casi perfecta para DongYoung, que aunque había estado llegando tarde a clases, – y había inventado una enfermedad para cubrir su somnolencia – pudo disfrutar de un poco de paz mental. Entre libros y conversaciones con sus compañeros olvidaba poco a poco todo lo ocurrido.

Incluso su madre le había otorgado un poco de espacio para respirar.

Era martes y una leve llovizna cayó, algunos llegaron ligeramente tarde mientras otros ya llevaban un buen rato dentro de la clase. DongYoung no había siquiera cruzado la puerta de la institución educativa cuando la sensación de ser observado le erizó la piel, la gente por los pasillos se giró siendo indiferente a su entrada y creyó haber imaginado toda la situación. Intentó relajarse mientras caminaba aparentemente despreocupado, pero las miradas se clavaban en su espalda como flechas, atravesando su carne y llegando bastante profundo de su ser. Llegó hasta su casillero casi arrastrando los pies.

Porque no podía ser que todos se hubiesen enterado, ¿Verdad?

Inspiró hondo, su casillero seguía igual que el día anterior, no había notas, tampoco palabras ofensivas. Entonces volvió a mirar alrededor, y los que habían estado observando se volvieron a girar apresurados, evitando prolongar cualquier tipo de contacto. Giró la llave y jaló la puertecilla del locker.

Sus mejillas enrojecieron mientras el corazón comenzaba a palpitarle a mil por hora. Las hojas cayeron como una cascada, cediendo cuando la puerta fue abierta, eran cientas de ellas. Cientas de fotos donde su rostro salía claramente en varios gestos obscenos.

Los cuchicheos comenzaron a los pocos segundos y DongYoung se hincó en el suelo, recogiendo hoja por hoja con desesperación, sintiendo la sangre helársele, estaba siendo obvio en aquellos momentos, pero tampoco podría hacerse el desentendido. Desmentir esas fotos era una sentencia de muerte aun peor que recogerlas ante ojos atentos y flashes de cámaras.


Risas.


Se burlaban de él directamente, y su corazón dolió.


¿Por qué? El siempre había sido amable con todos esos hipócritas aun cuando sabia que de vez en cuando hablaban de su padre como un "promiscuo" y de su madre como una "desgraciada mujer". Todos eran tan malditamente crueles.

"¿Deberíamos decirle que ya todos han visto esas fotos o lo dejamos seguir con eso?" la voz de un chico le hizo parar su acción.

¿Ya se habían regado por internet, acaso?

"Déjalo, de seguro no le llegó el mensaje, que gracioso."

"Muy asqueroso, casi vomito cuando vi las fotos."

DongYoung miró hacia una de las hojas que estaba recogiendo, el rostro y cuerpo de YoungHo había sido cubierto bajo pixeles bien colocados, mientras el quedaba al descubierto, desnudo y expuesto ante la mirada de quien quisiera verlo. Era una jugada tan sucia, tan asquerosamente sucia.

Abajo, en letras grandes se podía leer con claridad los insultos que tal vez, y con todo el pesar del mundo, se merecía. Maricón, zorra, chupa penes, mozo.

¿Podía refutar aquellas palabras sin que le lanzaran las pruebas al rostro?

Si, fue el amante de un hombre casado, y estuvo durante varios meses con él porque creyó que en sus brazos descubriría un poco de la libertar y el amor que necesitaba y buscaba con desesperación. Pero solo consiguió un gran problema y las burlas de muchas personas que antes habían hablado con normalidad con él, que eran conocidos desde pequenos. Personas que lo conocían y que sabían que lo estaban destruyendo.

POISON ON THE HIPS (TaeDo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora