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Decidí dejar de ser un ángel,
Y vivir en el momento equivocado,
En las sensaciones incorrectas,
En el camino oscuro.

Decidí dejar de ser un ángel,
Porque estoy lleno de defectos.

✝️

Escaleras de madera, ventanales cubiertos por cortinas azul cielo y muebles blancos con cobertores sobre ellos. Los elefantes de cristal brillaban con los pequeños destellos del sol que entraban en la habitación. El calor de ese verano era insoportable.

Yeona saltó en el pasto de su jardín trasero, aplastando unas cuantas margaritas mientras reía un poco más alto de lo permitido. Su falda balanceándose de un lado para otro mientras bailaba al ritmo de una canción que sonaba en una emisora popular. Sus padres no se encontraban presentes, por lo que cualquier tipo de diversión era permitida. Su cabello negro cubrió su rostro cuando tropezó y cayó sobre las flores, simplemente mirando hacia el cielo.

Su mente en blanco volvió a sentirse perturbada mientras las nubes se movían perezosamente. El foco de sus pensamientos se dirigió hacia el bolsillo de su larga falda, al pequeño bote de píldoras que se mantenían junto a ella todo el tiempo, y su alma pareció debilitarse un poco más.

Se quedó allí hasta que el gran cielo sobre su cuerpo quedó despejado y ella tostada con el brillo tocando su pálida piel. Sus padres constantemente preocupados volverían pronto y ella debía volver a fingir que todo estaba bien, sentándose en la silla mecedora con una manta sobre las piernas, tejiendo una gorra que no terminaba desde hace meses.

Fingiendo que no sabía sobre los golpes en el rostro de su madre y la mujerzuela que sabía llegar cuando su padre se encontraba solo y ella en la habitación, encerrada con llave para que no saliera por ninguna circunstancia.

Los diecisiete años fueron una tortura larga hasta que a su vida llegó alguien para cambiarla. O eso quería pensar desde lo más profundo de su alma.

DongHun era un muchacho hijo de un matrimonio enamorado, consolidado en la bondad y generosidad. Era un buen discípulo en la iglesia y un buen hijo.

Yeona no opuso resistencia cuando el muchacho pelinegro se le acercó después de una misa un domingo y entabló una charla trivial. Estuvo encantada con recibir atención masculina, y ser quien arrancara una sonrisa de los labios del contrario con uno que otro comentario inteligente. La despedida aquella tarde fue formal, con DongHun preguntándole si podrían salir por un helado, o pasear por el parque de la ciudad.

No les dijo nada a sus padres al respecto mientras volvían en el auto a casa, su madre demasiado ocupada retocando el moretón reciente en su ojo y su padre mirando alrededor para no cruzar caminos con su amante de turno. Yeona recordó la biblia en casa, lo que su madre le leía y sintió que debía hacer algo por su familia.

Las cosas salieron mal, porque en algún momento de la charla, ambos progenitores comenzaron a lanzarse comentarios soeces y objetos pesados para acabar por el otro. Lanzando puertas en sus narices y derribándolas a patadas para usar los puños. Los gritos se elevaban en la gran casa de ventanales limpios y de ventanas color cielo.

Pero los elefantes no brillaron.
Nada volvió a brillar en la gran casa, mientras eran consumida por las llamas del fuego, y poco despues explotaba por dentro dejándola calcinada y hecha añicos.

Yeona lloraba fuera, abrazando un pequeño libro mientras negaba y la gente corría a su alrededor. Policías y bomberos intentando apagar las llamas y salvar a las otras dos personas que se encontraban allí dentro.

POISON ON THE HIPS (TaeDo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora