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Había un secreto.

Uno que nadie conocía acerca de la verdad. DongYoung mantenía silencio por ello, y pedía por un poco de perdón por no haber hecho nada al respecto. Por no evitarlo, así convirtiéndose en cómplice de las sucias mentiras. Ni siquiera su madre lo recordaba.

Tal vez, incluso antes de siquiera volverse homosexual había perdido todo rastro de inocencia. La sangre que corría por sus venas se sentía pesada cuando la mirada tranquila de su madre se posaba sobre él, totalmente inconsciente. Y quería morir rápido para evitar gritar al mundo entero lo que solo él sabía.

Era su secreto, y lo escondió bien durante años. Debía mantenerse de aquella forma.

Por eso, cuando se encontró el sábado en la madrugada con TaeYong y los dos chicos de antes, rodeado de bebidas y cosas que ni siquiera conocía, su primer instinto fue huir de allí inmediatamente. Pero la mano del japonés sobre su muslo se lo dificultaba, este estaba más que determinado en no dejarle escapar.

Durante las primeras horas después de recibir el mensaje de Lee TaeYong, se pensó seriamente no ir, incluso se encontraba con el pijama puesta cuando su determinación se torció y decidió acudir. Incluso para él eran confusas las razones por las cuales cambió de opinión a último momento. Y contrario a lo que TaeYong le pedía, visito las ropas más viejas y desgastadas que tenía en su armario. Salió por la ventana con movimientos vacilantes y llevó consigo una linterna que solo había usado dos veces para campamentos de la congregación.

Pero ahora, entre ellos se sentía como un ser humano enviado a Marte en total soledad. Todos parecían estar teniendo un largo vuelo hacia su propio nirvana, y el simplemente miraba con las piernas recogidas contra su pecho. TaeYong hace ya varios minutos que había cerrados sus ojos y se dedicaba solo a inhalar y exhalar por su nariz. El más bajo de todos los tres miraba al techo ausente y solo la lata de cerveza y la mano indiscreta de Yuta en su muslo lo ataban a aquella situación de mierda. Ni siquiera entendía que hacían los otros dos allí presentes si estaba más que claro que ni siquiera vivían en la misma ciudad. Aunque claro, agradecía la situación de extraña calma.

Una suave mordida en el hombro le hizo alejarse y la risa del japonés retumbó en la sala de música. La música que habían puesto de fondo seguía sonando aunque ahora parecía más débil que antes, DongYoung apartó los ojos de la silueta del japonés cuando los labios de este dibujaron una sonrisa tonta que se torció de manera casi sensual, e inhalo con fuerza del aire viciado con humo de marihuana, tosiendo segundos después.

Nuevamente las manos de Yuta estaban en sus muslos y subieron curiosas hacia su cintura, presionando un poco más fuerte de lo necesario y anclando en su lugar a DongYoung que miró hacia otra parte. ¿Qué tanto se le podría parar a alguien medio drogado? Posiblemente se quedaría dormido dentro de nada. El cálido aliento del japonés impacto contra su cuello sensible para luego posar sus labios fríos sobre la zona que se había erizado ligeramente con la acción previa.

"Vuelve a tu puesto." Ordenó DongYoung mientras volteaba el rostro y miraba la frente perlada del contrario. La presión en su cintura aumento y una lengua resbalosa se deslizó jugando desde el cuello a su lóbulo, donde Yuta mordió ligeramente. "Suficiente, aléjate."

Lo empujó con fuerza, queriendo separarse lo más rápido posible y salir de esa aula para ir a la comodidad de su habitación, donde podría respirar aire sano. Sin embargo, Yuta no lo soltó y rodo sobre el suelo con el encima, apretando ambos cuerpos uno contra el otro.

"Tengo curiosidad..." volvió a reírse mientras las manos suaves se deslizaban dentro de su camiseta y tocaban ligeramente su columna vertebral. DongYoung volvió a inhalar aire con fuerza, cerrando sus ojos para no ver la lascivia en los ojos de Yuta. "De como te verías desnudo."

POISON ON THE HIPS (TaeDo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora