Subasta

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Advertencias: Por ahora no.

Los personajes no me pertenecen, créditos a sus respectivos dueños, que son bien cheberes XD

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-Tirada en el suelo por haber comenzado a escribir algo nuevo y no terminar lo que tiene pendiente-

¿Han visto las imágenes de varios artistas donde "brujas" adoptan a un huérfano/criatura herida? Bueno, pues culpen a esas bellas imágenes, que fue lo que me hizo escribir esto >x<, espero que les guste.

Notas: Los personajes no me pertenecen, créditos a su respectivo autor.

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Arthur Kirkland notó presencias desagradables al bajar del coche tirado por sus tranquilos caballos. Ante sus ojos, el castillo asediado por torres era atendido por la servidumbre que esperaba a cada metro del camino que le llevaría al interior.

Mirando la hora en aquel viejo reloj de cuerda forjado en plata pura, sintió un alivio culpable con su impecable puntualidad.

-Señor Kirkland, por aquí.

Una mujer de rostro cubierto por un velo aperlado, le pidió que la siguiera. Su escolta era bella por fuera, pero el iris esmeralda de Arthur le permitió ver más allá del velo, de su rostro. Su interior estaba podrido. Magia negra. Eso explicaba la desagradable presencia.

Sin pestañar, Arthur optó por su postura recta, regia y no dejo impresionarse por aquello.

Al entrar al castillo, la elegancia y la belleza del interior del edificio envolvió a Arthur, paredes blancas y pinturas que debían ser tesoros eran el preámbulo del espectáculo que estaba por ver. Las puertas del salón principal se abrieron para él.

Adentro el aire estaba saturado por el perfume sucio que provoca la codicia y la adrenalina que impregnaba los eventos como este. Telas finas y joyas exuberantes que adornaban los cuellos y lóbulos de las mujeres eran lo único común dentro, había magia sin duda a donde quiera que mirases. rostros cubiertos y presencias de sombras silenciosas ocupaban mesas redondas y modestas con propia luz, una llama que se movía viva dentro de su prisión hecha de cristal.

El lugar de Arthur correspondía cerca de lo que parecía ser el escenario. Cortinas de terciopelo negro y lazos dorados cubrían y mantenían a la expectativa a los invitados mientras estos iban llegando.

-Señor.

La silla tapizada fue ofrecida a Arthur y este se sentó viendo una vez más su reloj de plata.

-¿Le ofrezco algo de beber?

Arthur hizo un leve movimiento con la mano negando el vino. En cambio, receloso y en compañía de una tranquila melodía de violín y piano, observó su alrededor. A juzgar por los pocos lugares, veinte en total, el evento sería de lo más exclusivo.

Tamborileando sus dedos en la mesa solo una vez, pensó en el misterio que rodeaba el evento. Se suponía que Arthur, había sido invitado para una exclusiva subasta. Arthur creyó que encontraría solo magos y brujas de categoría en el lugar, pero, en solo esos escasos minutos que había llegado, había podido identificar personas comunes y corrientes, eso sí, por su aparecía y porte, era claro que eran personajes de "peso".

Y, desviando la mirada, por tercera vez, Arthur observó su reloj.

Odiaba los retrasos, odiaba la impuntualidad, pero más que nada, odiaba ser decepcionado.

Entonces su presencia llamó su atención. Cerca de su puesto. Ropas cálidas eran entregadas a la servidumbre cuando aquel joven hombre de cabellos rubios y ojos azules tomó su sitio. Sus ropas elegantes de tonos marinos y de corte extranjero delataban su procedencia. Un nórdico. Arthur presto más atención y alzando una ceja se preguntó qué era lo que traería aquí a su misterioso amigo Lukas.

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