Capítulo 3

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Conducía por las calles transitadas de San Diego. Tenía unas ganas enormes de beber y olvidarme del mundo. Cristianno me ayudó hace unas horas a liberar un poco el estres acumulado de la semana. Pero ahora necesitaba sentirme libre, salir a disfrutar mi pasada adolescencia a esta edad.

Pasé de largo de fiestas, borracheras, chicos y demás cosas que hacen las chicas de mi edad por cargar sobre mi hombros el peso de una millonaria empresa.

Ahora tenía la creciente necesidad de disfrutar al menos un día en paz en las calles sin ser Savannah Milles la millonaria ejecutiva, sino simplemente una chica mas del montón que deseaba divertirse.

Aunque iba en busca de algo, algo que me mantenía curiosa y ansiosa por probar.

Me dirigía a un club exclusivo del cual escuché a hablar a unas chicas en los baños de un restaurante al que fui a cenar. Ellas cotilleaban sobre lo atrayente y peligroso que era entrar a ese sitio donde sólo había castigos y Dom's buscando sumisas a quienes azotar, así como viceversa.

La idea me pareció atrayente, quizá ahí encontraría lo que estaba buscando, y así podría salir del sexo convencional y que sinceramente me estaba comenzando a parecer aburrido.
Así que aproveché el tener un poco de tiempo libre, ya que antes no pude ir por una razón u otra; y mientras el tiempo transcurría las ansias en mí por conocer ese sitio me consumían, quería saciar mi curiosidad, aunque probablemente sería peligroso.

Me había informado un poco sobre el estilo BDSM, me llamaba demasiado la atención. Me vi excitándome al imaginarme atada, amordazada, siguiendo las órdenes de mi Amo, siendo recompensada cuando hacía algo bien mientras que él se pavoneaba orgulloso de que yo fuera suya, su sumisa.
Mi piel se erizaba por completo al pensar en ello. Mi sexo palpitaba en respuesta pidiendo atención, exigiendo aquella fantasía que esperaba pronto cumplir.

Entonces en un tiempo menos de lo esperado llegué al famoso club que en realidad daba la impresión de ser un lugar abandonado, sin embargo, había autos estacionados a las afueras, autos cotosos, como el mío.

Estacioné y armándome de valor abrí la puerta y salí del auto caminando decidida y confiada, como solía hacerlo siempre. Tomé con firmeza mi bolso y alisé mi vestido rojo y ceñido. Avancé a paso lento, observando una pequeña fila en la entrada. Personas que incluso al notarse que eran adineradas estaban teniendo problemas para poder acceder al club, sólo esperaba poder lograrlo.

—Tú —parpadeé un par de veces y miré al hombre en la puerta. Usaba un traje oscuro y su porte era de como el de un guardaespaldas, supuse entonces que estaba encargado de la seguridad—. Ven aquí.

No vacilé y pasé entre las personas que me miraban mal. Al llegar al tipo, éste me miró de arriba abajo y sonrió de lado de forma desdeñosa.

—Pasa —dijo haciéndose a un lado—, y ten cuidado, al parecer no tienes dueño y cualquiera podría colocar un collar en tu cuello como símbolo de pertenencia —me advirtió.

Tragué saliva y sin pensar en las consecuencias seguí caminando hacia el interior. Paso tras paso acompañada del eco de mis tacones que pronto fue remplazado por la suave y sensual música que se escuchaba más fuerte con cada metro que avanzaba.

Y cuando finalmente llegué, mi quijada se desencajó al ver todo lo que tenía frente a mí.

No sabía a dónde mirar. Había muchos sillones en color rojo esparcidos apropiadamente por la estancia que era enorme. Hombres y mujeres se encontraban sentados en ellos. Algunas mujeres estaban recostadas con las piernas abiertas mientras otras mujeres u hombres, enterraban sus rostros entre sus pliegues sin pudor alguno. Las luces parpadeantes podían disimular un poco lo que hacían, pero no lo suficiente.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora