Capítulo 51

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Al entrar a la habitación noté que era la misma en la que estuve con aquel Amo del cual seguía ignorando su rostro, su nombre, todo. Percibí cierto escalofrío en mi espina dorsal en cuanto la puerta se cerró. Bastian no entró conmigo, me dejó sola sin decirme una palabra; yo sabía lo que tenía que hacer, así que sin prisa caminé por la habitación colocándome en el medio, miré todo con atención mientras me ponía de rodillas sobre el suelo sin siquiera quitarme los tacos. El atuendo de hoy era esencial para Bastian y no quería deshacerme tan pronto de él.

Al estar sobre el suelo oí la puerta abrirse, entonces me incliné hacia al frente dejando mi culo al descubierto, apoyé el pecho de lleno contra lo frío de la madera, extendiendo los brazos por completo por encima de mi espalda escuchando los pasos tranquilos de mi Amo resonar con firmeza en la habitación.

Al estar sobre el suelo oí la puerta abrirse, entonces me incliné hacia al frente dejando mi culo al descubierto, apoyé el pecho de lleno contra lo frío de la madera, extendiendo los brazos por completo por encima de mi espalda escuchando los paso...

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Él me observaba con detalle, percibía su mirada, era como fuego ardiente que me quemaba la piel, me la erizaba, tenía ese poder sobre mí y lo peor del caso es que él era consciente de ello y lo aprovechaba. Sus pasos cedieron frente a mí; me sentía pequeña e indefensa, era vulnerable y me tenía en sus manos, pero ciertamente era hermoso estar en ellas, ser suya.

—Un placer tenerte de nuevo aquí, tal y como lo hice unos días atrás.

No pude reprimir el impulso que me llevó a levantar el rostro para encontrarme con el suyo; Bastian no sonreía, se mostraba exánime y frío, mientras que yo, me hallaba sorprendida y sí, enojada.

¿Cómo se atrevió a hacerme eso? ¿Cómo pudo Michael estar de acuerdo con ello sabiendo lo que sucedía entre nosotros?

—¿Qué? ¿Tienes algo que decir, mascota? —Inquirió con tranquilidad. Me mordí la lengua y me tragué el sinfín de palabrotas que tenía destinadas para él, ahora no era el momento— Porque si no es así no entiendo el porqué de esa mirada altanera, ¿acaso pretendes que te castigue?

No respondí y agaché la mirada de nuevo, mordiéndome el labio y cerrando las manos en puño con fuerza. Lo vi acercarse y colocarse detrás de mí, percibí lo caliente de su mano tentar contra la tela de mi vestido, la subió despacio, enseguida dejó caer su palma de lleno contra una de mis nalgas con bastante solidez, arrancándome un quejido lastimero que no logré acallar de ningún modo.

—Cuando se te cuestiona sobre algo, debes responder —exclamó dando otro azote, pero esta vez entre mi nalga y mi muslo, haciéndolo un poco más doloroso.

—Si, Señor —susurré. Y a cambio, recibí otro azote cerca de mi sexo que me descontroló por un momento.

—Me decepcionó que no me hayas reconocido —llevó los dedos hacia mi clítoris, tanteó su hinchazón, luego pellizcó. Fruncí los labios y sorprendentemente me quedé quieta—, sabes que solo yo conozco a la perfección tu cuerpo —gemí bajito—, sé lo que te gusta —continuó deslizando uno de sus dedos en mi húmeda cavidad—, lo que te vuelve loca —añadió yendo con ellos hasta mi culo—, solo yo.

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