Jayden jugueteaba con mi cabello, lo movía de arriba abajo, tiraba de él, lo ponía en su cara y reía al hacerlo; yo se lo permitía sin ningún problema, sin importar que dejara mi cabello enredado y luciendo como un espantapájaros, hacía todo por verlo feliz.
Sin embargo, mientras él jugaba conmigo, mi mente se mantenía ausente, mi cuerpo estaba aquí, pero mis pensamientos se perdían, aquel hombre misterioso era dueño de ellos; aún tenía grabada en mi cabeza esa última palabra que me dijo antes de irse y dejarme. Para cuando Michael me quitó la venda, él ya no estaba; le insistí a Michael para que me dijera quién era, quién era el hombre al que me entregó, mas no fue capaz de responderme, porque no lo sabía; por supuesto no le creí, pero por más que le pedí y supliqué, no me lo dijo, así que desistí y me quedé con su recuerdo, con el deseo y el anhelo de volver a estar con él, de conocerlo.
Me resultaba extraño e incoherente que me sintiera así, era un tanto irracional de mi parte, mas lo que sentía dentro de mí no se fijaba en ello, simplemente me hacía querer tenerlo, como si lo necesitara. Él me dejó con una sensación extraña, la forma en que me tomó, más que ser un Amo fue otra cosa, algo muy distinto a lo que esperé de él.
¡Dios! Me estaba volviendo loca.
Negué con la cabeza y luché por olvidarlo, dejarlo pasar definitivamente; miré a mi hijo y sus ojos tan resplandecientes, preciosos iguales que los de su padre. Si Bastian lo viera, se daría cuenta enseguida que es su hijo, sólo Dios sabe lo que yo haría cuando ese momento llegara. Esperaba que no fuera pronto, no me encontraba mentalmente lista para lidiar con ello.
—Toma, te ha dejado el brazo empapado —señaló Emmet, reaccioné tomando un trozo de papel que me tendió y limpié mi hombro, el mismo con el que se entretuvo Jayden y su boca.
—Mira lo que hiciste, pequeño —murmuré sonriendo, apretando una sonrojada mejilla de mi bebé.
—Tu mente se pierde, a veces me asustas —bromeó; sacó unos billetes de su cartera y los dejó sobre la mesa.
—No es para tanto —repliqué poniéndome de pie; habíamos venido a almorzar al mismo restaurante que visité hace meses con Bastian, y milagrosamente no lo traje a mi mente ni siquiera un segundo, hasta ahora.
—Lo es, debes dejar de vivir en el pasado, Savannah, ya te lo dije y hoy vuelvo a repetirlo. —Rodé los ojos y tomé con cuidado a mi hijo, caminando hacia la salida con Emmet detrás de mí.
—Hace mucho que dejé de vivir en el pasado, ¿verdad que sí mi amor? —Jayden rio, lo cargué, levantando su pequeño cuerpo, haciéndolo sonreír aún más.
—Savannah...
—Emmet, basta —lo detuve; él me tomó del hombro y me hizo detener mis pasos.
—Savannah, Bastian. —Me volví a verlo molesta.
—Prometiste no volver a mencionarlo —siseé, él no me miraba, tenía la vista fija al frente.
—Él está aquí. —El aire escapó de mis pulmones y como un autómata volví con lentitud el rostro hacia donde Emmet miraba.
Deseé no haberlo hecho.
Ahí estaba, a unos cuantos metros de distancia mi pesadilla aparecía, el hombre que amaba y me hizo sentir por primera vez lo que era tener roto el corazón, Bastian Leonardi estaba aquí, y con su llegada, el final de mi mentira.
Sentí que la fuerza me faltaba, las piernas me temblaron, temí caer al suelo, me aferré a mi hijo, lo hice de una manera desesperada, como si temiera perderlo más que necesitarlo para mantenerme en pie. Quise llorar, dar la vuelta y huir, pude haberlo hecho, pude irme sin que Bastian me mirara; sin embargo, el llanto de Jayden lo hizo volver el rostro, como si fuera obra del maldito destino que él se encontrara conmigo aquí, justo ahora.
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Deseo ©
ChickLit-¿Y bien? ¿Estás de acuerdo? -Preguntó serio. -Dame el bolígrafo -dije segura sin perder más tiempo. Su sonrisa se hizo más grande, me tendió el bolígrafo y sin dudarlo firmé entregándole el contrato que él observó complacido para después firmarlo...