Mi piel estaba herida, líneas rojizas de forma horizontal atravesaban la piel de mis nalgas, tan marcadas y nítidas; Bastian cuidó de mí después de la sesión, como siempre solía hacerlo, pero aun así el dolor seguía y dudaba mucho poder sentarme cómodamente el día de hoy.Me sentía cómoda ahora, al menos mientras terminaba de servir el desayuno para Bastian; me encontraba desnuda, tal y como él lo ordenó. En un rato más me llevaría a la empresa y después de ahí a ver a Rufus, que gracias al cielo hoy se encontraba mucho mejor, al menos fue lo que me dijo el veterinario cuando lo llamé muy temprano por la mañana.
—Buenos días —saludó su voz a mi espalda. Dejé el plato con fruta sobre la mesa justo a tiempo.
—Buenos días, Amo —susurré con la cabeza gacha. Bastian pasó a mi lado, dio un apretón a mi hombro; entendiendo su orden me arrodillé en el suelo, haciendo una mueca cuando mis talones tocaron la piel sensible de mi trasero.
—¿Cómo te sientes? —preguntó llevándose un trozo de fruta a la boca de una forma tan malditamente sensual, que despertó en mí el deseo.
—Bien, Amo —respondí; aunque lo cierto era que seguía sin soportar el ardor.
—¿Tomaste las pastillas que te di?
—Sí Amo —contesté. Las tomé hace apenas unos minutos, esperaba que pronto hicieran su efecto.
—Ven, gatita —susurró. Su voz fue suave y tranquila, hasta podría decir que seductora.
Gatee hasta donde él, arrodillándome a su lado, como siempre; Bastian tocó mi mejilla, luego mi espalda, subiendo de nuevo lentamente, deslizando sus uñas por ella, hasta llegar a mi cuello donde masajeó un momento, haciéndome cerrar momentáneamente los ojos, disfrutando de su contacto. Me gustaba mucho sentir sus manos sobre mi piel, más cuando era de este modo.
—Abre la boca —me dijo, colocando sus dedos cerca de ella, ofreciéndome fruta; abrí mis labios y con satisfacción probé la fruta, acariciándolo de forma inocente, lo que lo hizo soltar una risa—. Parece que nunca tienes suficiente, preciosa.
—De usted no, Amo —dije mirándolo por debajo de mis pestañas. Él sonrió y me regaló otra caricia en mi mejilla.
Después de eso ninguno dijo nada, desayunamos en silencio, en una tranquilidad y una paz que no me agradó del todo; sin embargo, agradecía tenerla, incluso cuando sabía que algo iba a suceder, tanta calma nunca presagiaba nada bueno. Nuestra noche fue perfecta, la mañana también lo estaba haciendo, me pregunté qué era lo que ocurriría esta vez.
Ridículo que estuviese pensando así, no tenía razones para hacerlo, pero siempre existen esos tipos de presentimientos que sobrevienen de improviso y aunque en ocasiones suelen ser sólo sugestiones, nunca debemos confiarnos, y yo no podía hacerlo, no podía aparentar que todo estaba bien y que nada malo podría suceder, no cuando había un loco allá afuera, acechándome, acechando cada paso que daba, buscando el momento oportuno para salir y lastimarme.
De nuevo, como cada ocasión que solía pensar en el peligro que me acechaba, mi piel se erizó, el miedo me recorrió y tuve que aplicar toda mi fuerza de voluntad para dejar de pensar en ello; ignorar el problema no lo desaparecía ni lo eliminaba, pero al menos no pasaba cada segundo de mi vida temblando de miedo.
—Cuando termines de limpiar, ve a mi habitación —dijo Bastian poniéndose de pie a terminar.
Me tomó por sorpresa su orden, tanto que levanté la cabeza para mirarlo, pero él ya caminaba hacia la planta alta sin detenerse a escuchar una respuesta, no es como si le importara lo que yo tenía que decir al respecto, era una orden y como tal, debía obedecerla.
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Deseo ©
ChickLit-¿Y bien? ¿Estás de acuerdo? -Preguntó serio. -Dame el bolígrafo -dije segura sin perder más tiempo. Su sonrisa se hizo más grande, me tendió el bolígrafo y sin dudarlo firmé entregándole el contrato que él observó complacido para después firmarlo...