Capítulo 58

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—¿Por qué? —le pregunté con la voz trémula por el llanto contenido.

Me sonrió y dio un paso al frente; el arma que traía en la mano relució ante la luz, lanzó un destello que nos hizo conscientes de ella, mientras que Michael a mi lado buscaba la manera de protegerme y también a Jayden, quien ajeno a todo sonreía y buscaba mis brazos.

—¿No has entendido nada? —susurró con dulzura, estiró el brazo para tocarme, mas rechacé su caricia con asco, presionándome contra Michael.

Ambos nos hallábamos impotentes. Él no podría quitarle el arma sin dañar a Jayden en el proceso, y yo no podría ayudarle porque me encontraba atada de manos, literalmente. Sin contar con Enrico y Geovanna que observaban la escena desde el umbral de la puerta.

—Entiendo que me traicionste. ¡Asesinaste a Cristianno y casi matas a Bastian! Sabías lo que ellos significaban para mí y no te importó.

—¡Porque tú eres mía! —Replicó en voz alta.

—¡No lo soy, Hannah!

Se quedó callada, la rabia centelló en sus ojos claros. Supe entonces que debía controlarme, al menos hasta que Jayden, Michael y Judith salieran de aquí a salvo.

—Bien, ahora estás en mis manos, me perteneces —dijo con una sonrisa fingida—, el único que saldrá de aquí es Jayden.

Sentí alivio asi como miedo. No quería que lastimara a Michael ni a Judith; no me preocupaba lo que sucediera conmigo, de sobra sabía que no iba a dañarme, ella estaba obsesionada, me amaba a su retorcida manera. Dudaba que fuese a quitarme la vida, su maldita obsesión era un punto débil para mí, pero también podría ser una desventaja para ella.

—Dejalos ir a todos por favor —le pedí—, haré lo que me pidas, me quedaré contigo, pero no les hagas más daño a las personas que amo.

De nuevo intentó tocarme y esta vez le permití que lo hiciera; me tocó la mejilla y deslizó sus dedos hasta mi cuello y presionó la mano contra mi pecho que subía y bajaba con rapidez.

—Ellos no pueden salir de aquí —me dijo con tranquilidad—, contarán lo que sucedió y no puedo permitir que sepan la verdad.

—Estás loca, siempre sospeché de ti y la maldita forma que tenías de mirarla, eras tan obvia. Pero nunca tuve pruebas suficientes. —Espetó Michael, lo que hizo sonreír a Hannah como una verdadera demente. Estuve a punto de pedirle que se callara, no quería que lo lastimara.

—Y ese secreto morirá contigo, Michael. —Agregó con burla— Geovanna, llévate a Jayden de aquí y tú Enrico, ya sabes lo que tienes que hacer con nuestros invitados.

—¡No, Hannah! Por favor es mi hijo, no lo dañes —supliqué desesperada, no sabía qué hacer, la impotencia acababa conmigo.

—Él estará bien, lo podrás ver de vez en cuando, no lo lastimaría, mi mariposa —odié que me llamara asi—. Pero ya no puedo compartirte con Bastian, no, no más. Te quedarás aquí, te daré todo lo que necesites, hasta juntas exploráremos ese mundo que tanto te fascina.

Negué con la cabeza mientras sus complices hacían lo que ella ordenaba.

—¡No! ¡No vas a llevártelo! —grité sollozante.

Hannah me cogió del brazo y luego cerró el suyo alrededor de mi cuello, colocó el arma en mi cabeza al tiempo que Geovanna le arrebataba a Jayden a Michael, quien sin poder hacer nada tuvo que ceder de inmediato amenazado por Enrico que no perdió tiempo para golpearlo en el rostro con el arma.

—¡Dejalo! ¡Maldito infeliz! —Escupí con rabia.

Enrico me ignoró y ató con prisa a Michael, le colocó unas esposas y lo sacó de la habitación a empujones mientras él forcejeaba e intentaba resistirse mirándome angustiado.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora