Capítulo 40

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El día transcurrió tranquilo, Michael no difería mucho ante la rutina que llevaba Bastian; por la mañana le preparé el desayuno y me permitió comer con él en la mesa, después se fue por un período largo de al menos cinco horas, en las cuales yo me quedé en casa preparándome mentalmente para lo que sucedería por la noche, además que no podía moverme demasiado, las heridas en mi piel eran realmente notorias y aún dolían, incluso cuando él se encargó de cuidarme dándome medicamento y masajeando mi cuerpo por la mañana y antes de irse.

Ahora se encontraba en su habitación, se mantuvo distante y frío, como si estuviese nervioso u ocultase algo, lo veía en sus ojos, y ciertamente me causaba cierta ansiedad que no hacía más que ponerme los pelos de punta.

Lo negativo de todo esto, es que su ausencia me dio el tiempo suficiente para pensar en Bastian, en preguntarme qué estaría haciendo, si me extrañaba como yo lo hacía, aunque no lo aceptaría en voz alta y quizá nunca lo haría.

Pero pensaba en él, lo hacía, rondando también por mi cabeza la posibilidad de llegar a estar embarazada, aunque dudaba mucho que fuera el caso; ya debería tener al menos un síntoma, algo que me avisara que un bebé crecía dentro de mí, pero no, no existía ni un sólo indicio, sólo el retraso de mi período que podría ser causa de cualquier cosa menos de un embarazo, o al menos eso me quería hacer creer.

Salí de la habitación sintiéndome extraña y un poco sexy con aquel atuendo que Michael me dio para usar, de verdad él tenía fantasías un tanto ardientes y no le importaba nada más que no fuese el cumplirlas.

—Savannah —su voz me detuvo; lentamente me volví a verlo, aunque literalmente no lo hice, ya que tenía la cabeza gacha.

—Señor —musité en voz baja. Él se acercó y me tocó el hombro con suavidad.

—Antes de la sesión de hoy quiero preguntarte: ¿Estás dispuesta a dejarme compartir tu cuerpo? No sólo con una persona, sino hasta más, además de no ser siempre del sexo masculino.

Tragué saliva controlando la necesidad de mirarlo a la cara como si estuviera loco; las mujeres en definitiva no me iban, nunca cambiaría eso, prefería mil veces a los hombres.

Sin embargo, algo dentro de mí me advertía que si le decía lo que pensaba probablemente me haría hacerlo y yo no tendría otro remedio que intentarlo, y el pensar en tocar a una mujer aunque fuera por unos segundos me repudiaba, simplemente las mujeres no estaban en mi menú.

—Sí —respondí.

—Perfecto. Ve al cuarto de juegos. —Y sin decir más se fue, mientras yo temblaba de excitacion y miedo.

Caminé a la habitación sin prisa alguna alisando la diminuta falda a cuadros que usaba, era el típico atuendo que usaría una colegiala, sólo que éste era sexy y provocativo. Me gustaba cómo lucía en él, también los fetiches que Michael tenía, los mismos que al igual que él, yo disfrutaba, incluso cuando sabía que sus gustos podrían llevarme al límite y el dolor de mi trasero me lo recordaba cada vez que daba un paso y la rugosa tela hacía contacto con mi piel.

Me detuve fuera de la habitación y abrí la puerta, entrando y encendiendo las luces tenues; me coloqué de rodillas con los muslos abiertos levemente y las manos sobre ellos con las palmas hacia arriba, manteniendo la cabeza gacha, esperando a mi Amo.

El silencio era acogedor, pero al pasar los minutos me fue desesperando, me preguntaba por qué Michael tardaba tanto, y lo peor es que debía esperar hasta que él llegara, así fuese dentro se una hora o cinco de ellas.

Las gente suelen decir que el BDSM es para personas débiles, para mujeres que se dejan pisotear y humillar, y no ven lo difícil que es, la valentía que alguien debe detener para entregarse por completo, el valor y la fuerza para confiar ciegamente, dar todo de sí. Hacerlo no era fácil, pero como siempre solía ser, la mayoría de las personas, la misma sociedad, nunca estarían conforme con nada.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora