Capítulo 10

358K 20.6K 10.1K
                                    

El chofer de Bastian se había detenido en el estacionamiento del hospital UC San Diego Health. Era un gran edificio, de los mejores centros médicos con más de diecinueve especializaciones. Me parecía bien que me trajera aquí.

Ambos nos habíamos mantenido en silencio, aunque antes de llegar el móvil de Bastian comenzó a timbrar cada cinco minutos; era un hombre ocupado, al igual que yo, pero al menos yo no tenía que lidiar por ahora con mi móvil, ni siquiera quería encenderlo, dado que, estaba segura que Cristianno estaría llamándome.

Aunque quizá era mejor hacerlo, podría preocuparse, además que era capaz de buscarme y ciertamente no deseaba eso.
El chofer abrió la puerta, Bastian bajó y luego lo hice yo. Me tomó de la mano, entrelazándola con la suya. Reprimí el deseo de mirarlo.

Caminamos en silencio hacia el interior del edificio. Sentía las miradas de las personas sobre nosotros, más que nada en Bastian, lucía tan imponente enfundado en aquel traje oscuro de diseñador.

Luego, entramos solos a un ascensor.
Sentí los dedos de Bastian jugar con la pulsera que él me había dado.

—Sinceramente, nunca al ver el símbolo de propiedad en una de mis sumisas me ha llenado de tanta satisfacción como ocurre contigo —me atreví a mirarlo.

—¿Puedo saber por qué, Señor?

—Te dije que eras un reto para mí, Savannah. Que una mujer como tú, tan independiente y de porte imponente ante los hombres, esté ahora bajo mi dominio, es... gratificante, más aún el que tú hayas venido a mí —besó el dorso de mi mano y yo le sonreí.

Las puertas del ascensor se abrieron, ambos salimos y caminamos hacia la izquierda por un pasillo típico de los hospitales: Amplio, de paredes blancas con una franja verde y el suelo brilloso y pulcro, además de estar iluminado con una luz blanca brillante.
Bastian se detuvo frente a una puerta en color rosa pálido, donde había una placa con el nombre de la ginecóloga.

No tocó la puerta, entró y la mujer detrás del escritorio no le sorprendió nuestra presencia, parecía que ya nos estaba esperando. Era madura, de cabello negro y recogido en un moño alto de forma elegante, vestía un traje de dos piezas, falda y saco, en color blanco.

—Buenos días, Bastian, señorita Milles —saludó formal, pero era obvio que ya conocía a Bastian.

—Buenos días —respondí al unísono con Bastian.

—Siéntense —dijo señalando las dos sillas vacías frente a nosotros. Miré a Bastian nerviosa.

—¿Qué ocurre? —preguntó en un susurro.

—Pensé que haría esto sola —susurré.

—Pues deja de pensar y suponer, Savannah. Las cosas se hacen como yo digo —replicó en un susurro, pero el que su voz fuera baja, no aminoraba la autoridad de sus palabras.

Asentí y me senté sin decir más.

La doctora ya sabía a que venía, así que comenzó con las preguntas, que yo respondía en voz baja, sin mirar a Bastian en ningún momento. De verdad era incómodo tenerlo aquí.

—¿A qué edad comenzaste con tu vida sexual? —hice una mueca.

—Veintidós años —respondí. Ella anotó sin levantar la vista.

—¿Cuántas parejas sexuales has tenido? —Dios. Por esta razón no quería que él estuviera escuchando.

—Una.

Siguió anotando y yo respondiendo, al terminar con las preguntas tomó una muestra de mi sangre. Palidecí notablemente al momento en que vi la aguja, por Dios que les tenía pánico.
Después de aquel horrible momento, ella comenzó a darme opciones acerca de los anticonceptivos, Bastian optó por el dispositivo, pero no estuve de acuerdo y escogí la inyección. Él no se molestó ante mi decisión, sino que la respetó absolutamente.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora