Capítulo 54

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Descansaba sobre el umbral de la puerta mirando a los dos hombres de mi vida juntos; Bastian sentado sobre la cama jugaba con Jayden quien, emocionado, dejaba escapar risa tras risa de su boca, balbuceando y buscando la forma de tocar a Bastian con sus pequeñas manos.

En aquel instante me di cuenta de lo mucho que le hacía falta su padre a mi hijo. Porque incluso al tener mi amor a manos llenas siempre iba a estar ese vacío, esa sensación de sentirse un tanto incompleto a falta de una figura paterna. Que no siempre era necesaria, ya que había cientos de mujeres que eran madres solteras y lograban darle el doble de amor a sus hijos, lograban de esa forma que no resintieran la ausencia de un padre.
Sin embargo, de algún u otra forma, aunque no faltase amor, aunque lo tuviese todo, habría algo, una pequeña espina que de vez en cuando los haría pensar en la figura paterna de la cual carecieron.

Me alegraba que Bastian estuviese con Jayden, que estuviera feliz de ser padre, que amara a su hijo de la forma en que lo hacía. Que incluso al no estar en sus planes ese pequeño que llenaba de risas mi casa, lo aceptara de la mejor manera, convirtiéndolo en su vida, así como era la mía.

—Mira quién vino —Jayden que posó sus ojitos sobre mí, riendo y extendiendo los brazos, buscándome—, la mujer más hermosa de este mundo. Qué suerte tienes de que sea tu madre, ¿eh? Mira nada más qué belleza.

Reí por lo bajo mientras un sonrojo se extendía por mis mejillas. Jayden balbuceó y se puso ansioso, río más fuerte, exigiendo mis brazos. Bastian se incorporó y lo trajo hacia mí.

—Hola, mi amor —susurré atrapándolo entre mis brazos, estrujándolo y besándole la mejilla un par de ocasiones a la vez que mi pequeño se removía entre sonrisas—. ¿Cómo te comportaste con papá? —Él miró a Bastian.

—Mejor que ayer —comentó el aludido abrazándome de la cintura. Depositó un beso en mi mejilla que me hizo sonreír.

Este último mes él estuvo viviendo conmigo, compartíamos la misma cama, me encargué de cuidarlo; así como él lo hizo conmigo hace tiempo atrás. Se negó rotundamente a regresar con Geovanna y yo no pude negarle el que estuviera aquí, ya no más. Después de lo sucedido me di cuenta que la vida podría irse en un abrir y cerrar de ojos y que por nada del mundo desperdiciaría un segundo más de mi vida lejos de él.

Me importaba un carajo el papel que lo acreditaba como esposo de esa mujer, lo que realmente importaba es que Bastian me amaba, nos amábamos antes de que él decidiera casarse; yo no era un capricho, una calentura o una simple amante. No, nuestras circunstancias eran distintas, Bastian me lo hizo entender y acepté comenzar con él mientras los trámites de divorcio iban en marcha.

Su padre no estuvo de acuerdo, Lourdes nos apoyó y mis amigos también lo hicieron, mostrándose contentos de que al fin pudiéramos estar juntos, más que nadie Michael, quien feliz se alegró que hubiésemos dejado de ser tan tercos.

Más no todo era felicidad, aún había algo que nos preocupaba, un fantasma psicópata que rondaba ahí afuera, esperando el momento para volver a atacar.

La policía no podía dar con él, Bastian tampoco. Así que nos manteníamos en casa, me encargaba de la empresa desde aquí y obligué a Bastian a hacer lo mismo, el contemplar la idea de perderlo, de verlo de nuevo en la situación que estuvo: Herido y a punto de perder la vida. Me dolía y estremecía de miedo y sufrimiento. No veía mi vida sin él y sin mi hijo, eran todo para mí y lucharía para mantenerlos a salvo de quien sea.

Tarde o temprano ese maldito daría la cara, esperaba que cuando eso sucediera contara con la valentía y la fuerza para enfrentarlo y terminar con él de una vez por todas.

—Savannah —parpadeé un par de veces saliendo de mi aturdimiento, Bastian me miraba fijamente—, ¿en qué pensabas? —Negué mostrándole una sonrisa. No quería traer el tema del acosador ahora.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora