Capítulo 55

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Él sonreía debajo de la luz de la Luna y de las estrellas que eran como un manto luminoso que hacía de ésta una noche aun más mágica. Pero ni aquella hermosura que resplandecía en lo alto podía compararse con el brillo de sus ojos cuando se hallaban rebosantes de felicidad absoluta.
Bastian se incorporó sin soltar mi mano un instante y luego con suma suavidad deslizó el anillo de compromiso por mi dedo anular, sellando así su promesa, otorgándome una felicidad plena que hacia mucho no experimentaba. Ciertamente podría morir en este momento, justo ahora, y me sentiría satisfecha.
Mi atención fue acaparada por el anillo sobre mi dedo, sentí un peso en mí, una sensación que antes no percibí. La que me hacía saber que esta noche me comprometía con el hombre que amaba.

Hoy a pesar de lo que yo creí querer y necesitar estaba diciéndole que sí a Bastian. Sí a una relación vainilla, sí a ser feliz.

Alcé la cabeza y sin pronunciar una palabra envolví mis brazos alrededor de su cuello estrujándolo con firmeza con toda la intención de mantenerlo junto a mí. Le di un beso en el cuello con suavidad, sonreí sobre su piel a punto de gritar de felicidad, y él, sintiéndose igual que yo, me estrechó entre sus brazos con más fuerza al tiempo que susurra un par de palabras que no logré comprender.

—Te amo —le dije con suma facilidad. Ahora más que nunca podía pronunciar esas dos palabras que hace tiempo atrás me habría negado siquiera a pensar.

—También te amo —susurró—. Permíteme hacerte mía, mía de todas las formas que puedan existir.

Sonreí contra su piel y me aparté de él lo suficiente para mirarlo a la cara. Le toqué el rostro sutilmente y le regalé un beso en la mejilla, dirigiéndome a su oído.

—Hazme el amor, Bastian Leonardi —susurré. Lo sentí estremecerse, lo que fue extraño en él. Siempre era yo la que se derretía en sus brazos.

Sus manos se asieron a mi cintura firmemente y en un movimiento rápido me cogió entre sus brazos mientras un pequeño grito escapaba de mis labios a la vez que enredaba mis dedos alrededor de su cuello nuevamente sin dejar de sonreírle en ningún instante.

—¿Quieres que te haga el amor bajo las estrellas? —me preguntó en tono seductor. Me mordí el labio inferior y suspiré enamorada.

—Prefiero que me hagas tocarlas —susurré.

Bastian me devolvió la sonrisa y caminó conmigo hacia el camarote. Escondí el rostro en el hueco que se formaba entre su clavícula y cuello y esperé paciente hasta que me dejó sobre una superficie blanda.
No presté atención a los detalles de nuestro camarote, mi atención se fijaba en él, en el hombre tan apuesto que tenía frente a mí y que me pertenecía, de verdad lo hacía.

Subió sobre mi cuerpo con cuidado y desplazó la tela del vestido suavemente por mi piel, rozó con sutileza sus dedos sobre ella, me provocó escalofríos en el proceso. Sus manos grandes y fuertes me tocaban como si fuese una obra de arte, con sumo cuidado como si temiera romperme.
Sacó la prenda de mi cuerpo y me cogió del pie, besó el empeine con suavidad. Su barba raspaba y me encantaba sentirla; eché la cabeza hacia atrás y me apoyé sobre mis codos, curvé el pecho hacia al frente mientras Bastian iniciaba un recorrido desde mis pies hasta mis muslos. Me daba besos pequeños, succionando mi piel, mordía de tanto en tanto hasta que se detuvo sobre mi entrepierna, pasó su nariz sobre mi sexo palpitante.

Me dedicó suaves besos que fueron humedeciéndome cada vez más. Apreciaba la humedad que se deslizaba lentamente por mi vagina; se sentía deliciosa la fricción que provocaban sus labios y esa barba que raspaba tan malditamente bien. Sus caricias se intensificaban, no entendía el porqué, más no me molesté en buscar razones, sólo en disfrutar el momento.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora