Capítulo 24

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Era un bonito día. El sol se encontraba en su punto más alto, alzándose majestuoso y brillante sobre nosotros, dándole con su luminosidad más vida a los campos de golf que me servían como un bonito paisaje a mi izquierda mientras esperaba que trajeran mi almuerzo.

Bastian estaba sentado frente a mí, sus dedos se movían con prisa sobre la pantalla de su móvil, porque incluso al ser fin de semana, él tenía trabajo, al igual que yo, pero su empresa era aún más importante y poderosa que la mía; vaya que tenía un gran imperio en sus manos y en ocasiones me preguntaba cómo es qué ambos podíamos manejar semejantes monstruos empresariales sin terminar locos ante tantos contratos y números.

Contábamos con ayuda, pero al final de cuentas todo el control recaía sobre nuestras manos.

Vi a Bastian soltar un suspiro y hacer una mueca con gesto cansado, frunció sus labios de una manera que me pareció graciosa, lució como un niño. Luego guardó su móvil dentro de su chaqueta y clavó sus ojos sobre mi cara.

—¿Habías venido aquí? —Me preguntó.

—Sí, pocas veces —respondí mirándolo fijamente por unos segundos.

Valentien era uno de los mejores restaurantes de San Diego y, por ende, se encontraba en La Joya, a unos minutos de mi casa. Había venido a desayunar aquí con Cristianno, más eso no era algo que iba a mencionar ahora.

—Solía venir aquí con mis padres a menudo —me dijo desviando su vista hacia los campos de golf.

Su semblante se tornó serio y melancólico, por un instante sentí que lo perdí, que su mente se fue tan lejos de mí, a un lugar al que no podía tener acceso, a un lugar desconocido para mí en su totalidad y que probablemente en el cual él jamás me dejaría entrar.

—Pero ya no más —susurró y cerró sus ojos un momento, negando con su cabeza para volver a mirarme segundos después.

Me resultó realmente interesante su tono de voz al decirme aquello, escuchándose tan triste. Me pregunté entonces, qué sucedió, qué había detrás de Bastian Leonardi, detrás de ese hombre imponente y duro, qué secretos escondía o qué podría ser lo que lo atormentaba.

Me vi como nunca antes: Ansiosa, deseosa de conocer todo de él, ir más allá de una sesión, de sexo, de caricias tiernas después de castigos; quería conocer al hombre que él era detrás del dominante que me volvía loca.

Pero sabía que aquello no podría ser, porque entonces estaría abriéndole paso a sentimientos, esos mismos que no deseaba crear, ni sentir, ni que aparecieran, ni en mí ni en él.

Odiaría más que nada en el mundo, escuchar de la boca de Bastian un te amo dirigido hacia mí.

—¿Por qué? —las palabras brotaron antes de que pudiera detenerlas. Bastian me regaló un atisbo de sonrisa y volvió a negar con su cabeza.

—Quizá después pueda contártelo, ahora no es el momento. —Asentí respetando su decisión y al cabo de unos segundos, el almuerzo nos fue servido.

Miré mi plato, dándome cuenta de lo hambrienta que me encontraba ante la buena pinta que tenía mi comida.

—Provecho —dijo y le respondí del mismo modo comenzando a comer en silencio, mirándolo de vez en cuando, y cuando él notaba mis ojos sobre su persona, me dedicaba una sonrisa ladeada y mostrando cierto brillo de diversión en sus ojos claros.

De un momento a otro, mi vista se fijó en las personas que llegaban, más ninguna de ellas se sentaba cerca de nosotros, quizá buscando su privacidad; entonces me quedé estática al ver a Michael entrar al restaurante.

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