Susurros en el Edén

9. LA CALMA DE LOS MUERTOS

Daryl ya quería regresar cuando apenas iba saliendo de la comunidad. Le había gritado a Rovia y eso le remordía en la conciencia. Desde luego, Daryl Dixon había estado listo para disculparse con él esa misma noche, pero Paul no llegó a la habitación. Entendía que no hubiera querido dormir esa noche con él. No había sido culpa de Jesús, en realidad, su ánimo ya de por sí descompuesto se desmoronó cuando vio a Carol con su "nueva familia" y era verdad todo lo que había dicho Paul, la mujer se lo merecía.

El moreno no quería arruinarle la navidad ni la vida a nadie pero, de entre todas las personas, a quien menos quería afectar en aquel mundo era a Carol. A ella no, se lamentó comprendiendo que estaba allí para destrozar un cacho de la vida que la mujer intentaba recomponer luego de haber pasado por una etapa de quererse alejar de todo, de todos, de él.

¿Y si la volvía a perder?

En eso había estado pensando mientras esperaba a Rovia de pie en la entrada del dormitorio y, cuando no llegó, cogió sus cosas y se largó a Alejandría decidido a arreglar todo aquello lo antes posible, entes de que hubiera una tragedia en El Reino, antes de que los problemas llegaran a Carol, y si Paul se quedaba en El Reino entonces lo estaba dejando a salvo, a su entender, y esa idea fue lo que le obligó a seguir cabalgando en lugar de volver. Se disculparía con Jesús apropiadamente la siguiente vez que pudiera reunirse con él.

Quizá en tres o cuatro días, pensó, pero su afán se quedó en un simple deseo que no pudo ser.

Cabalgó toda la madrugada y estuvo llegando a Alejandría pasadas por poco de las siete y media de la mañana, era la segunda noche que no pegaba los ojos y se sentía desfallecer.

Aún así, dejó el caballo en las cuadras y se dirigió hacia la Mansión Grime donde Carl le informó que su padre y Aaron estaban en la cárcel arreglando algún asunto sobre Negan. Así que fue allá.

Encontró a ambos hombres revisando la celda fortificada, algo que se hacía cada tanto como si temieran todavía que Negan planear escapar cavando un agujero en el suelo con la cuchara. El prisionero los miraba divertido, sentado en su camastro pese a que la reja estaba abierta, y saludó grandilocuentemente al moreno cuando lo vio entrar. Pero el pelinegro lo ignoró y dirigiéndose de inmediato a Rick y a Aaron (aprovechando), les contó lo que estaba pasando en las otras dos comunidades. En su versión de los hechos se limitó a decir que Paul se había quedado en El Reino con Ezekiel para ayudar en lo que hiciera falta, y ninguno de los dos hombres lo cuestionó, aunque Negan sí que levantó una ceja sin pronunciar palabra, ¿psicópatas que se disfrazaban de Caminantes?, eso era nuevo, menos interesante que desagradable; a Rick, desde luego, no le dio ninguna gracia, el pueblo del que hablaba su hermano estaba a diecinueve kilómetros de Alejandría (por la Autopista Principal que nadie usaba porque estaba tapiada con carros estacionados, abandonados y ahora oxidados).

Y Rick Grimes decidió que no se quedaría de brazos cruzados, convocaría a una junta... en cuanto Daryl hubiera dormido un poco porque su cabalgata nocturna lo tenía tan desvaído que se sujetaba a la pared para mantenerse en pie, así que Aaron lo llevó a su casa donde Eric le arregló el sofá cama y lo dejaron descansar ahí hasta que despertara por sí solo, y el arquero durmió y despertó veinte minutos antes de las cinco según el reloj de péndulo que colgaba en la pared de la comodona sala.

Para entonces se sentía mejor, todavía cansado, pero despejado, y más culpable por no haber hablado con Paul antes de irse. Se descubrió preguntándose qué estaría haciendo el castaño y si estaría demasiado enojado con él.

Pero Eric lo regresó a la realidad ofreciéndole algo de comer y estaban charlando juntos, Daryl contándole los nuevos problemas, cuando Aaron llegó a casa y tras besar a su novio los acompañó a la mesa, y anunció que Rick había convocado una junta de toda la ciudad para el día siguiente por la mañana.