18. EPITAFIOS, NICHOS Y TUMBAS

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-Aquí, en Hilltop, en El Reino, El Santuario, la St. Michael, en algún lugar -les aseguró Danielle.

En el trayecto no se toparon con ningún Susurrador y con ningún Caminante, lo que era demasiado aterrador, pero fue una especie de buena suerte para el pequeño grupo que encontraron Daryl y Dany; tres mujeres que eran casi niñas y tres hombres de edad joven, no eran familia, se habían conocido en el trayecto de la vida, como muchos, y habían estado viviendo esos años como hippies, en una camioneta y viajando viviendo día a día, pero ahora no tenían camioneta, una de las chicas estaba enferma y llevaban vagando sin comer ni beber ni dormir casi nada por no menos de cuatro meses, y la mujer los encontró arrebujados entre las plantas, así que les hicieron las típicas tres preguntas, los subieron a la camioneta y ahora conducían de vuelta a Alejandría. Danielle manejaba mirándolos por el espejo retrovisor y les explicó que se entrevistarían con el líder de Alejandría y él decidiría a dónde pertenecían. Ahora era de noche cerrada y el vehículo corría sobre la carretera despejada y aterradoramente vacía de Caminantes. Miró de soslayo al arquero que viajaba del lado del copiloto, silencioso como siempre y sumido en sus propios pensamientos. Entre las manos y sobre el regazo sujetaba una bandana.

Ella no lo preguntó, pero lo sabía. Era del castaño, recordaba a Rovia vérsela puesta al cuello cuando salían.

-Yo también me traje algo de Erica, no sé, como para recordarme que quiero volver, probablemente-, tocó el collar que llevaba puesto, un dije tallado en madera con la forma de una especie de máscara hawaiana.

-Me voy dando cuenta que no es la mía -mintió Daryl. Abrió la ventana y dejó que el viento se la arrancara de los dedos, conteniendo las ganas de atraparla en el último momento.

-Jesús se ve bien con su nuevo novio -siguió Dany-, tú también deberías buscarte a alguien. Aaron ahora está viudo-. Aquella pequeña mujer rubia de grandes ojos dorados y cuerpo rollizo tenía más ovarios que muchos huevos de los hombres de Alejandría y no se tentaba el corazón ni para hablar ni para hacer.

-No me gustan los hombres -atajó Daryl. Tampoco le gustaban las mujeres-. Nací sólo, moriré solo, no necesito a nadie para el intermedio-. No lo necesitaba, sin embargo, había creído que podía.

-Lo sé, pienso igual, pero tener a alguien esperando en casa siempre te da motivos para regresar, ya sabes, pararte y seguir.

Daryl no necesitaba motivos, sobrevivir era un algo instintivo en él que había aprendido desde niño a punta de patadas.

La camioneta siguió hasta que apareció Alejandría a la distancia. Danielle tocó el claxon y Rocita les abrió la puerta.

-Vamos -los llamó la mujer tras estacionar el coche frente a la mansión principal. Dentro de la casona, en la sala, interrumpieron una junta y Dany dijo a Rick-: Todavía hay gente afuera, ¿puedes creerlo?

Rick les dio la bienvenida, pidió a Gabriel que les diera alojamiento en la iglesia y los entrevistaría a la siguiente mañana, por el momento quería ponerse al corriente de lo que habían encontrado allá afuera; y cuando quedaron en el salón sólo los de siempre, Daryl resumió para todos: -Nada, ni Caminantes ni Susurradores, ni uno. Sólo aquellos.

Por supuesto que a nadie le gustó la noticia.

-Es mejor alertar a las otras comunidades -decidió Rick-. Iremos primero a Hilltop para advertir a Maggie, luego a El Reino para entregar a Carol y hablar con Ezekiel.

Daryl asintió, ignorando la mirada de Paul que le veía a través del reflejo del ventanal por donde miraba, masculló que tenía sueño y se metió en su diminuto dormitorio nuevo.

Susurros en el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora