20. INFRAMUNDO

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En los primeros dos días su voluntad fue tan firme, que Bertie le llevó una silla reclinable y acojinada para que pudiera estar cómodo, la vez que fue a ver cómo seguía Dixon y de paso tratar de animar a Paul asegurándole que su esposo despertaría en cualquier momento, todos confiaban en que el moreno resistiría. En esos dos días, Paul, literalmente, no se movió del lado de Dixon salvo cuando el doctor o el enfermero aparecían para el medicamento, cambiarle las ropas empapadas de sudor, lavarle el cuerpo o alimentarlo.

El asunto es que su firmeza pareció volverse terquedad cuando cumplió cinco días encerrado en la clínica con Daryl; se lavaba con el agua tibia que sobraba de las tinajas con que lavaban a Daryl, comía, desayunaba y cenaba lo que Enid hizo el favor de hacerle llegar sin falta por órdenes de Maggie, que parecía más que de acuerdo con la pertinacia de Paul, tal vez sabiendo que ella habría hecho lo mismo de haber sido Glenn, o tal vez sólo porque se trataba de Daryl y quería a alguien a su lado todo el tiempo.

-¿Por qué lo haces? -preguntó Zack la noche que finalmente se animó a entrar a la clínica para visitar a Rovia: el pequeño hombre estaba sentado en su silla reclinable junto a la cama, leía en voz alta un libro que alguien le había hecho llegar, llevaba una holgada camisa negra, un pantalón del mismo color y los pies descalzos. Daba la impresión de que estaba en su casa, incluso tenía sobre la mesilla un café caliente y trozos de galleta. A su lado, Dixon seguía exactamente igual que antes, acostado, sudado, con un gesto impávido en el rostro.

-No le gustaba leer, pero a vece entraba a la sala, se acostaba en el sillón con su cabeza en mis piernas y me decía que leyera en voz alta.

-No me refiero a leerle -sacudió la cabeza Zack-, me refiero a quedarte.

-Porque tengo que estar aquí cuando despierte; oh, despertará, tú no sabes lo obstinado que puede ser Daryl en esto de seguir vivo.

-Inténtalo de nuevo -atajó Zack cruzándose de brazos-. Entiendo que quieras saber cómo está y que te preocupe, entendería que vinieras todos los días, dos veces, a preguntar cómo sigue, y que llores desconsoladamente si se muere, pero ni siquiera Aaron parece tan... desamparado como tú, no sé si me explico.

-Aaron ya perdió a Eric, yo todavía no pierdo a Daryl-; dejó el libro de lado y cogió su taza de café subiendo los pies a la silla-. "Complejo de Heracles", supongo -sonrió un poco. Zack lo miró con gesto de no entender--. En la universidad leí un libro que hablaba sobre la utilidad de los mitos. Y a los psicólogos les gustan los complejos, ya sabes, Complejo de Edipo, de Electra...

"Piénsalo así, cuando una persona normal pierde a un ser amado, le llora, se arranca los cabellos, guarda luto por años, pero en el fondo sabes que ya no puedes hacer nada, que se quedará muerto, y esa seguridad es suelo firme donde te paras y que te da un consuelo hasta que te calmes. Los griegos hablaban de estar pisando piedra de tumba para llorar, el asunto es que Heracles, cuando perdió a Yolao, bajó al inframundo por él, lo arrancó de la muerte y lo regresó a la vida; pero ni el propio Heracles puede regresar a la vida a los que no están muertos, si Yolao estuviera así, dormido, no hay manera de salvarlo.

"No somos Heracles, no bajaríamos al Hades por los muertos, pero quizá podamos salvar al amado que no está muerto ni tampoco está vivo, hacer lo que sea, ya sabes, así tuviéramos que cortarnos una mano, sin pensarlo, ese es el complejo, los griegos decían que eso es pisar el suelo del Inframundo; es una patología que trataban los psicólogos en las charlas tanatológicas, por suerte, ya no hay psicólogos tanatólogos y yo puedo quedarme plácidamente aquí sin que nadie intente dignosticarme."

Rió y bebió un trago.

Silencio. Pero tampoco era lo que quería saber Zack, el cual repitió, de pronto claramente apenado, "Inténtalo de nuevo." Jesús dejó la taza junto al libro, ladeó la cabeza y fijó los ojos en los de Zack.

Susurros en el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora