EPÍLOGO

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La oscuridad de la noche fue atenuada por los faros de carros que se acercaban.

La comitiva llegó una noche luego de una tarde lluviosa de finales de mes.

Ocho coches entraron a Alejandría por la nueva puerta reparada, seis de ellos venían de El Reino con animales para corrales y cajones con plantas para un nuevo huerto. Carol fue la primera en bajar de un salto y detrás de ella se estacionaron sus vehículos.

Los otros dos carros pertenecían a Alejandría: uno era una camioneta sencilla y descarapelada conducida por Michonne y con Rick del lado del copiloto, el otro era una camioneta blindada tipo militar con caja trasera de la cual bajó Christopher Kualitz.

Al ver al médico, Patricia corrió hacia su padre y detrás de ella fue tímidamente Rosita, quien lo saludó con una sonrisa y un golpe suave en el hombro, unos metros atrás, Aaron contuvo las ganas de ir hacia él y se limitó a saludarlo levantando una mano. Llevaba al bebé entre los brazos y el médico lo usó de pretexto para acercarse. "¿Es el hijo de Daryl?" preguntó y Aaron asintió. Se llama Hunter.

Al oír semejante comentario, Carol se sorprendió y lanzó una mirada al moreno, que la estaba abrazando en aquellos momentos y que, al notar la mirada de la mujer, negó con la cabeza. Con Rick y Michonne a su lado, mirándolo con la misma sorpresa, les contó escuetamente cómo lo había rescatado y masculló un seco sólo lo estoy cuidando. El pelinegro pareció tenso y lanzó una mirada asustada a Carol, pero la mujer sonrió y fue a cargar al bebé con un "Vaya suertudo que eres, bebé". El moreno respiró, iba a insistir en que no era su hijo, ni mucho menos, pero entonces, para sorpresa de todos, Rick Grimes rió.

La risa del sheriff sorprendió a todos luego de tanto tiempo de depresión, una risa potente y franca; el corazón del moreno punzó con un agradecimiento a los cielos por volverlo a ver feliz, y Rick se volvió hacia el moreno y lo abrazó sin miramientos, con todo el cariño que sentía por él, era tío y eso era el mejor regalo que nadie podía darle ahora mismo.

-Felicidades -dijo él, medio bromeando, medio burlón.

-No -dijo el moreno, sonrojado.

Rick lo ignoró, lo soltó y se volvió hacia Rovia, que se puso de pronto tan rígido como una tabla.

Daryl lo detuvo antes de que lo felicitara a él. El niño es cosa mía, sólo mía, no lo metas a él, y Rick temió que hubieran vuelto a separarse, pero Aaron salvó el momento explicándoles que a Rovia no le llamaba la paternidad.

-Pero... ¿te lo quieres quedar tú? -inquirió viendo a Daryl, que asintió-, bien, de Jesús o no, si es tuyo es mío...

Paul bufó y Rick aclaró.

-Mi sobrino.

El resto del momento fue alegre y ameno; en plena plaza explicaron que Chris había ido a El Reino para darles su parte del botín como pago y agradecimiento por el apoyo, y ya de salida Rick y Michonne quisieron volver y Carol preparó la carga de ayuda que mandarían a Alejandría para poderse reestablecer.

La reunión se alargó en la Casa Grimes, donde Rick se reunió con Carl y Lydia y pudieron sentarse a platicar y escuchar la historia de Daryl con más detenimiento y esta vez con la parte de Chris incluida. El ex militar les explicó que al volver ya con la carga, vio el campamento de aquella gente, cien personas, quizá, todas juntas en un campamento itinerante.

No creía que fueran hacia Alejandría, a no ser que pretendieran coger la ruta atravesando la ciudad por la mitad, y todos sabían lo peligroso que eso podía ser, de modo que lo más probable era que fueran hacia el este en busca del mar.

Entre copas, risas y charlas, Rick pareció volver a ser (un poco) el que había sido antes.

La reunión terminó poco antes de la medianoche; Chris se marchó con Aaron y Paty contándoles algo sobre su viaje, Daryl cogió en brazos a Hunter y su esposo caminó pasivamente a su lado por la calle, unos pasos por enfrente.

Jesús subió directo al baño, orinó, se lavó la cara, se cambió el pijama y se sentó en la cama dispuesto a leer un poco en lo que esperaba a que el moreno subiera, aunque sólo fuera un rato, porque dormía principalmente ahora en el camastro en la cochera junto a la cama de Hunter.

Lo oyó abajo, paseándose en el garaje.

El moreno cambió el pañal, le dio de cenar de la formula que Chris amablemente llevó específicamente para él, y se puso a caminar arrullando al bebé en sus brazos para hacerlo dormir. Cuando se durmiera, subiría un par de horas con Jesús, luego volvería abajo con él para alimentarlo otra vez, subiría un poco más con el castaño y, con suerte, el niño no se despertaría sino hasta la mañana, de lo contrario tendría que volver abajar...

No se sabía canciones de cuna ni cuentos para niños tan pequeños, por lo que optó por tararearle la única canción que nunca se le iba a olvidar:

...Esta espina en mi costado,

aunque corta y me hiere,

ha abierto estos ojos,

nunca he visto tan claramente.

Y, Oh Dios, te agradezco

porque me trajiste de vuelta.

Yo no quiero vivir sin ti,

no estoy listo para vivir sin ti.

Así que bailemos un poco,

riamos un poco,

y esperemos un poco más...

Se detuvo al oír la puerta interior abrir. Al volverse, vio a Rovia recargado en el umbral de la puerta mirándolo con los brazos cruzados y las manos metidas en los sobacos.

Hunter dormitaba, por lo que no se atrevió a decir nada.

Fue Rovia quien habló en voz baja. Mirando más bien el techo, le preguntó cuándo sería que su esposo pretendía volver a quedarse con él. Antes de que Daryl fuera capaz siquiera de comprender la pregunta, añadió: -Puedes poner a tu... hijo en el cuarto de al lado para que no tengas que moverte tanto, pero entonces bajaré mi estudio aquí, tu carro y tu moto se largan del garaje. Quiero mi librero y mi sofá aquí y espacio para hacer tai-chi.

-Bien -aceptó el pelinegro, sorprendido.

-Dios... Si quieres quedártelo puedes quedártelo como tu hijo, ¿sabes? Sólo... que sea tuyo, ¿bien?, yo no... no me metas a mí, ¿sí?

-Sí.

FIN

o

¿Continuará?

Susurros en el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora