26. DAYS GONE BY

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Los días pasan.

De los Susurradores ni de Alpha volvió a saberse en los días que siguieron. Lo que dio una tremenda calma a Hilltop quien se olvidó de lo sucedido, tal vez creyendo que se habían ido como ordenara Rick, seguramente porque de lo que pasó en Alejandría no supieron nada como no sabían que en la ciudadela estaba refugiada Lydia, mientras que a los alejandrinos les fue poniendo los nervios de punta.

-La paz antes de la tormenta -se atrevió a decir Jesús en una de tantas juntas que siguieron.

Por supuesto que Alejandría no perdía tiempo, ahora que el clima era agradable, usaron cada hora de luz para reforzar puertas, muros, engrasar armas, limpiarlas, era como si esperaran un ataque a pesar de que estaban seguros de que no sucedería, ¿hacía cuánto que los alejandrinos no salían de sus casas a hacer sus deberes sin tener que estar cargando una pistola consigo? Probablemente lo único que los reconfortaba de manera siniestra fue volver a ver al castaño y al pelinegro otra vez juntos, y ver a Dixon salir otra vez a correr en el parque, entrenarse, empezar ejercicios con ayuda de Jesús para no oxidarse, verlo usar de nuevo su ballesta practicando en los tiros, eso era casi hermoso, excepto porque todos sabían que hasta él había regresado de la muerte y se preparaba para una pelea; esa era la sensación que todos tenían.

-Así empiezan todas las películas de terror -dijo cada mañana Daryl.

-Fue un día así de soleado cuando el mundo se fue a la mierda -convenía todos los días Paul-. Pero, no sé, de alguna manera este aire fresco y el sol brillando... da más miedo.

Y los días siguieron pasando.

Cada día el clima era mejor, las lluvias de marzo habían quedado atrás sin apenas notarlas, el calor de abril se había establecido como un hermoso paisaje primaveral, y ahora eran casi mediados de mayo. Verano estaría llegando antes de que se dieran cuenta.

Es la mañana del 11 de mayo según el nuevo calendario.

La pesadilla augurada, casi prometida, por Christopher Kualitz empezó así de repente.

Era una mañana soleada y cálida, el verano ya podía sentirse por todas partes, el verdor de las plantas decoraba el paisaje que rodeaba a Alejandría, faltaban exactamente dieciocho minutos para las once de la mañana y la misa que se ofrecía, cuando las puertas de la ciudadela fueron abiertas.

Un grupo de siete Caballeros venidos de El Reino entraron todos montados en blancos caballos, vestidos con el nuevo uniforme que era mejor y abarcaba más y tenía un pulcro color hueso.

-Necesitamos hablar con Rick -dijo el capitán de la tropa, Dante-, es urgente.

Rick Grimes los recibió en su mansión, con su gente de confianza ya reunida en el salón de juntas, incluida la propia Lydia de pie junto a Carl.

Zack estaba a la derecha de Dante y dirigió una mirada rápida a Jesús, de pie delante de Dixon, el hombretón daba la espalda a la entrada y no se percató de la llegada de los Caballeros, aunque los hermosos ojos de Jesús sí que miraron a Zack sin que mudara de expresión, un vistazo y simplemente siguió conversando con el de cabellos negros que parecía estarle explicando algo de un acueducto.

En cualquier otra circunstancia, a Zack le habría dolido ser ignorado de manera tan obvia, como para confirmarle al moreno y a todos los demás presentes que Jesús sólo tenía ojos para Dixon, pero dada la ocasión, a Zacarías en esos momentos poco pudo importarle.

-¿Qué es? -quiso saber Rick.

Dante, capitán de la tropa, explicó a Rick que el día anterior por la noche tres vigilantes de Hilltop habían desaparecido, no en carretera ni entre los caminos, dando una ronda a las afueras de su propio muro.

Susurros en el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora