Susurros en el Edén

11. MÁSCARA DE LA MUERTE

Daryl entró en la que sería la habitación de Carol por los siguientes días.

La mujer desempacaba su pequeña maleta de ropa acomodándola en un cofre a los pies de la cama, giró la mirada al escuchar el ruido de su puerta al cerrarse, y al  contemplar a Daryl, dejó lo que estaba haciendo y se volvió hacia el moreno diciendo:

–Oh, cariño... –Estiró los brazos hacia Daryl y dejó que el hombre la abrazara.

Se quedaron largos minutos de aquella manera, sin pronunciar una sola palabra, no lo necesitaban: él con el rostro escondido entre el cuello de la mujer, ella dándole caricias en la espalda.

Apenas llegar a Hilltop, Maggie los había recibido a todos con singular alegría y mandó a acomodarlos en la Casa de Huéspedes, dejando a Carol la habitación principal, y cuando fue a disculparse con Rovia y Daryl y acomodarlos en una de las habitaciones matrimoniales de la mansión, se enteró que aquellos dos había terminado. Maggie no lo aceptó, desde luego, todas las parejas tenían problemas y no por eso se divorciaban al primer pleito, pero decidió que necesitaban su espacio y se los concedió, acomodó a Jesús en su propio remolque y al arquero lo envió al remolque de Sherry, la cual lo recibió con gran alegría y lo ayudó a acomodarse sin preguntar. La Comitiva Real llegó a Hilltop en torno al mediodía, y Carol y Maggie usaron la siguiente hora de sus vidas para acomodar a los recién llegados y para dar a Hilltop el regalo que El Reino les enviaba.

–¿Sabes qué? He estado pensando en poner un cartel en mi puerta, ya sabes, BUSCO NOVIA PARA DARYL, interesadas, llamen a la puerta, tendrán que pasar mi aprobación –sonrió cariñosa cuando el hombretón la soltó–. Oh, o quizá prefieras que te ponga un hermoso moño de navidad, te siento en el zócalo del corral principal y te pongo una nota, Se regala, pero si lo dañas, te mato. Atentamente, Carol–. En cuestiones de relaciones, la mujer había tenido peores experiencias que un rompimiento, le habían roto la boca, por ejemplo, pero jamás se divorció.

–No seas tonta –respondió Daryl sacudiendo la cabeza, intentó sonreír, pero nunca le había salido natural... Bien, sí, un par de veces atrás, pero nunca más.

–No sé qué ocurrió entre ustedes dos, y no me interesa, ya sabes que yo estoy contigo para lo que sea, lo sabes, ¿cierto?

El moreno asintió. Y Carol sabía que ella lo tenía a él.

–Anda, ayúdame a desempacar y luego acompáñame con Maggie, hay que entregarle los regalos que mandó Ezekiel.

Los regalos, envueltos en huacales de fruta de la que tanto se enorgullecía El Reino, cubría el regalo real para que nadie del pueblo lo pudiera notar. Armas. Cuando Rovia y Daryl habían encontrado los cuerpos de los guardias de Hilltop, no tenían sus armas y eso había dejado sin mucho con qué defenderse a la colonia. La mayoría eran arcos y flechas, lo que a cierto pelinegro alejandrino le pareció tan buen regalo que Maggie, como para animarlo, le regaló un par de carcaj enteros con flechas de pluma azules y puntas de hierro, eran más pesadas que las comunes, pero nada que su querida ballesta no soportara. Entre este regalo y las otras pequeñas cosas que hubo por hacer, Daryl consiguió no pensar demasiado en sus propios asuntos y se concentró en los comunes, se encontraba más bien poco con Jesús gracias a que aquel ayudaba ahora a Maggie y Hilltop mientras que él se quedó del lado de Carol y los caballeros; la desventaja de esto fue que tuvo que ver constantemente al tal Zack, el cual, se dio cuenta, no le caía especialmente bien ni mal, y más bien le costaba poco ignorarlo pese a su risa y gran ánimo, y por suerte tampoco tuvo que verlo con Jesús, aunque sí que tuvo que verlos cenando juntos todos los días. Y si bien en más de una ocasión Daryl se descubrió mirando a Paul mientras comía, también notó que éste lo volteaba a ver a él con insistente frecuencia, aunque al momento apartaba la vista y se concentraba en su plato; se seguían hablando porque no había modo de evitarlo, pero sólo lo hacían  cuando se encontraban por casualidad y no se decían más que escuetos Hola seguidos de balbuceos sobre lo muy ocupados que estaban y casi escapaban de ahí.