12. CREEPY

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Hilltop se fue llenando de colores y aromas apropiados para la Navidad, un pino de gran tamaño fue levantado en el centro de la plaza y lo decoraron con adornos coloridos, la mayoría hechos de hoja de papel con forma de ángeles y listones tejidos con hilos dorados. Fuera de cada casa y remolque colgaron lamparas blancas con detalles navideños, dado que la primera nevada cayó la misma noche del día que Ezekiel volvió a El Reino, el centro de la comunidad se llenó pronto de muñecos de nieve revestidos con bufandas.

–Celebraremos las fiestas como si nada –había asegurado Ezekiel al despedirse– y ya nos veremos en enero para ver qué pasa. Feliz navidad.

El rey se fue, pero dejó a su reina la cual, terca, se negó a regresar y le dijo al hombre inventara una justificación, ella quería quedarse con su familia esa temporada y hasta que las cosas se resolvieran.

Esa misma noche cayó la primera nevada y a la mañana siguiente a todo el mundo pareció olvidársele la tragedia de los "susurradores".

Los pavos fueron asesinados para empezar a planificar la cena de las fiestas. La Navidad se celebraba con todos juntos en una carpa improvisada y una enorme mesa repleta de platillos de lo más variopintos, y el cambio de año se repetiría la misma escena, y esta ocasión el jolgorio prometía ser mayor gracias a los alejandrinos. De entre todos, los más divertidos y ajenos a la tragedia eran los niños, desde luego, y a Paul y a Dixon a menudo se les veía entre ellos. Ya nunca juntos, pero siempre parecían estar cerca.

Ahora apenas se saludaban cuando se veían y a todos les extrañaba ver a Paul jugando a corretear niños y sus guerras de nieve, sin jamás volverse hacia el moreno ni saltarle encima, y sí en cambio cayendo derribado cuando Zack parecía salir de la nada y lo tacleaba y caían rodando y carcajeándose varios metros más allá, eran como un par de niños más entre todos los chiquillos.

Dixon, por su parte, solía más bien estar con los niños que no eran de empujones y carreras y preferían estarse sentados, los enseñaba a hacer piñatas o los ayudaba a hacer adornos de colgantes y a veces, las que más, jugaba a coger a los niños y arrojarlos a montículos de nieve donde los niños salían riendo y se formaban para que los aventaran también.

De este modo, los días se sucedieron, la cena previa a la navidad fue un evento entretenido. Los borrachos cantaron y cayeron, los que sabían de música sacaron los instrumentos, una enorme hoguera fue encendida para calentar el ambiente, rompieron piñatas y se desvelaron todo lo que quisieron.

A Daryl se le vio en todo momento formando parte de la familia Grimes, todos allí lo querían, Michonne bromeaba, Rick reía, Carl daba algún comentario mientras Enid respondía y Judith dormía en los brazos del arquero.

El castaño los miró un par de veces y quiso ir hacia allá, las navidades anteriores había formado parte de eso, pero el que pertenecía allí era Daryl, no él, de modo que se contuvo y se dedicó a entretenerse con Zack y Maggie y Dante y Alex y Wes.

Más allá, Erick y Aaron conversaban comiendo bombones en compañía de Carol y Rocita y Maia y su familia, incluso los acompañaba Christopher Kualitz, el médico militar de Alejandría, un hombre de cuarenta años, rubio y de ojos azules, con una amabilidad que no dejaba notar que había sido soldado y estaba especializado en las heridas de guerra, su presencia allí no era buena señal, puesto que si estaba en Hilltop sería porque Rick temía que las cosas se pusieran feas: pero sentado allí, bebiendo de una copa y conversando con todos, parecía uno más. La noche corrió más fría que amena, fue divertida y un respiro de calma.

–Me voy –se despidió en algún momento Daryl–. Estoy ebrio.

–Descansa –lo despidió Rick con una sonrisa.

Susurros en el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora