22. IN MEMORIAM

416 46 77
                                    

-...no se ha apartado de tu lado un solo segundo -dijo Alex.

-Hubo que dejarle una de las camillas y teníamos casi que arrastrarlo para que nos dejara espacio y ponerte la medicina.

Como todo lo que hacía Daryl Dixon, el que despertara del coma no fue sólo algo de qué se alegraran los amigos.

Cuando Alex se presentó en la mansión a mitad de la junta diciendo "Abrió los ojos", el mundo entero pareció estremecerse, su despertar fue un alivio en el alma de Rick y Carol y Maggie y Michonne y todos los demás, pero también fue la prueba fehaciente de que el virus infectado no era ya una sentencia de muerte, y para la gente más común, fue la prueba de que los milagros volvían a existir, Dios no los había olvidado, y por supuesto que todos querían ver a Dixon, pero Alex y Chris lo prohibieron, sólo los más contados pudieron entrar y Rick le estrechó la mano y Carol lo besó en la frente y Maggie le acarició los cabellos sin dejar de llorar, y Aaron lo abrazó suavemente.

Dos días después de que despertara, y mientras Chris se aseguraba que todos sus signos vitales se fueran regularizando, aunque el arquero aún se sentía embotado y dolorido de un modo poco natural en él, entumecido y con agujas todavía en la piel, el médico militar creyó que era buen momento de que supiera lo que había ocurrido y se lo fueron contando a fragmentos para que pudiera procesarlo. Le explicaron lo de Beta, el puñal infectado, su entrada en coma, el tratamiento que le aplicaron, y la terquedad de Jesús de quedarse allí plantado casi de manera literal. Dos días después, Jesús seguía allí, sentado en su silla reclinable junto a la cama, ahora pelando una mandarina que comía a gajos; parecía ajeno a la conversación y fingió no notar cuando el moreno giró la mirada hacia él.

Luego de que el propio Paul pareciera haberse ido apagando, agotando, con la espera y los días, volvía a parecer tranquilo, relajado y sonriente, el Jesús de siempre, aunque Daryl sabía que a momentos se volvía sentimental y sus ojos se aguaban, pero estaba tranquilo. Desde que Daryl despertara, sólo salió un par de veces de la clínica, una fue para darse una buena ducha que duró cinco minutos antes de volver todavía escurriendo agua, y otra fue para ir a las bodegas por gasa nueva para cambiar el vendaje de la herida, una salida que le tardó apenas menos de cinco minutos más, era verdad que se despegaba para ir al baño, pero no podía contarse, porque la letrina estaba en un cubículo a la derecha de la zona de camas y orinaba con la puerta abierta como para seguir vigilando al moreno.

Daryl se sintió extraño al saber la historia, recordaba apenas la mitad de todo eso. Le dolía el costado y ver su herida no le resultó agradable, aunque ya estaba resignado a que terminaría un día viéndose como un maldito deforme de las viejas películas de terror. El precio de la supervivencia.

Paul le había repetido lo que le dijera años atrás, la cicatrices eran las marcas de las victorias, y ésta, especialmente, era la prueba de que a él nada lo podía matar. Cuando se lo había dicho, por la noche, sentado junto a la cama y reclinado hacia él a la luz de la lámpara, pareció a punto de volver a llorar, pero se contuvo y logró sonreír.

Luego de los chequeos normales, Alex se marchó a casa, con Wes, y Chris se encerró en el cuartito a cubrir turno, sólo por si surgía algo de emergencia.

Así, el moreno y Jesús volvieron a quedarse solos. En una mesita, en una tetera, hervía agua donde Jesús puso a cocer arroz con lentejas, al tiempo que, por hablar y no dejar que les ganara el silencio, le contaba las últimas nuevas que se había perdido mientras dormía.

Los Caballeros habían ido a la ciudad y parecían haber encontrado rastros de más sobrevivientes, carteles que llamaban a ir a la Iglesia de Santa Fátima para encontrarse con Dios y buscar su salvación; los alejandrinos, por su parte, habían ido a ver algo en los caminos del sur y descubrieron que había más sobrevivientes que se metieron en la vieja Biblioteca Estatal y ya vivían allí, no eran hostiles e incluso agradecieron la ayuda de alimentos y medicamentos que les mandó Rick a cambio de su alianza. Ahora sólo faltaba arreglar el tratado para que formaran parte del nuevo mundo que seguían creando y de paso ayudaran a vigilar la carretera Interestatal, pues les hablaron de los Susurradores previniéndolos. Si los Bibliotecarios, como ya los llamaban todos, aceptaban la totalidad del tratado de Alianza, Alejandría les haría llegar armas para cuidarse y liberar los caminos y Hilltop tendría que producir un poco más para enviarles algunos retoños y que pudieran iniciar su propia huerta.

Susurros en el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora