Capítulo 46: La Mujer Ideal

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La lluvia me ha despertado.

Abrí los ojos lentamente. Hasta que que logré despertar bien, me puse boca arriba y veía el techo. Mi estómago comenzó a crujir, a lo que significaba que no había comido nada desde que llegué aquí. Me puse de pie y me dirigí al baño a hacer mis necesidades, me arreglé el cabello con mis manos y salí de allí. Abrí la puerta y salí de la habitación, bajé en las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Había tanta comida en el qué, de inmediato agarré un plato y comencé a servirme lo que fuera.
Agarré un vaso y me serví agua.

Estaba por darme la vuelta hasta que alguien tomó mi brazo. Alcé la vista para saber quién era, pero al verlo a él traté de zafarme de su agarre; pero era inútil.

−Vayamos a la biblioteca, _____.

−¿A qué?

−Quiero hablar contigo.

−Pues yo no, además tengo que comer, adiós −. Me di la vuelta, entonces sentí cómo él me elevó del suelo, cargándome de esa manera cuándo el novio carga a la novia y la lleva a la casa de sus sueños. Claro, evitando que se cayera la comida que traía entre mis manos.

Entonces llegamos a la biblioteca, me bajó, y yo me senté en uno de los sillones mientras él cerraba la puerta. Me sentía molesta y a la vez un poco de buen humor. Empecé a comer un poco mientras veía como Michael se iba a acercando a mí.

−Amor.

Me pasé el bocado, dejé el plato en la mesa que había en frente de mí y decidí prestarle atención.

−¿Qué, Michael?

Michael tomó mis manos y comenzó a hablar.

−Fui a ver a Lisa ésta tarde.

Alejé mis manos de las suyas pero Michael volvió a unirlas con más fuerzas.

−Escuchame, le dije toda la verdad.

−¿Qué? ¿C-cual verdad? −, tartamudee −, ¿le dijiste lo del 20...?−. Me interrumpió.

−No, no, ¿como crees? −, empezó a reír, y yo hice lo mismo −, le dije que te amo a ti, sólo a ti, le dije que al principio me sentía confundido, y... empezó a llorar... −, hizo una mueca y yo hice lo mismo −, pero me dijo que lo entendía, que lo que sucedió entre ella y yo ya había pasado, que tú... −. Hizo una pausa.

Oh, rayos. ¿Yo qué?

−¿Yo qué? −. Hablé con algo de temor.

−Que tú eres la mujer ideal para mí −, levantó su mano en dirección a mi mejilla −, que tú me amas, y que eres la indicada para mí, _____.

Le sonreí, y él también hizo lo mismo. Me sentía tan feliz en ese momento, y sorprendida a la vez, no creí que Lisa fuera la persona que dijera que yo era la indicada para él, la mujer ideal.

−Michael... −, me pasé la saliva que me impedía hablar bien −, tú... ¿crees que yo soy... la mujer ideal para ti?−. Susurré lo último.

Michael me sonrió. Me tomó de la mejilla y decidió darme un beso en la boca, un beso largo en el que terminé necesitando aire.

−Yo pienso que eres la mujer ideal para mí, _____. Sé que soy... más grande que tú, pero si tú no quieres que... −. No lo dejé hablar porque esta vez decidí besarle. Otro largo beso y nuestros cuerpos pedían oxígeno.

−Y yo pienso que tú eres el hombre ideal para mí, creo... que siempre lo he sabido −, le sonreí de lado mientras seguía cerca de su rostro −, cuando te hacias pasar por Joseph... yo... sentía que debía estar contigo, que éramos el uno para el otro.

−Mi _____... −. Murmuró con ternura.

Ambos nos volvimos a acercar para darnos otro beso. Esta vez era más lento, Michael posó sus manos en mi cintura para estar más cerca de él. De verdad que no podía pedir más que estar con él, sólo con él y contando a sus hijos.

−Vamos, necesitas comer −. Dijo al separarse de mi rostro.

−Cierto. No he comido nada desde la mañana.

Me acerqué a la mesa y agarré el plato. De vez en cuando Michael metía la comida a mi boca, me sentía ridículamente feliz. Cuando estaba a punto de tomar agua empecé a sentir asco por algo.

Entonces algo amenazaba con salir de mi boca. No me dio tiempo de decirle a Michael lo que me sucedía, me levanté y corrí hacia al excusado a expulsar toda la comida que rechazaba mi cuerpo. Esperé unos minutos y volví a hacer lo mismo. Cerré los ojos al terminar, me puse de pie y me di cuenta que Michael había estado todo el tiempo en la entrada del baño.

Agarré la manija de la puerta para cerrarla y estar muerta de la vergüenza, pero él lo impidió con su mano.

−Michael, vete −. Hablé con vergüenza.

−No hay nada de que avergonzarse −. Me miró con ternura.

Entonces alcé la ceja ligeramente. ¿Por qué Michael estaba así? Se suponía que él me iba a dar espacio en eso, un poco tiempo, o mejor que no hubiera visto lo que acababa de suceder.

−Me muero de la vergüenza, Michael −. Dije mientras le bajaba al baño y comenzaba a lavarme las manos.

−Ven −. Me ofreció su mano.

Me sequé las manos y tomé su mano, él las entrelazó, apago la luz de la biblioteca y nos subimos a su habitación. Bueno... a nuestra habitación.

−____, ¿hace cuanto no...? −, comenzaba a ponerse nervioso, y creo que hasta ansioso.

−¿Qué cosa?

−Ya sabes... del período.

−Oh... −. Se me ruborizaron las mejillas −, pero... ¿por qué me preguntas eso?

Pasaron unos segundos, yo esperaba su respuesta.

−Te llevaré al doctor mañana.

−No te preocupes, sólo me cayó mal la comida −. Traté de calmarlo.

−Aún así te llevaré −, me dio un beso en la frente −, te espero para dormir, amor.

Yo asentí con la cabeza algo confusa por todo eso. Me dirigí al baño a lavarme muy bien los dientes, después
salí y Michael estaba acostado, apagué la luz y me metí entre las sábanas de la cama, él se acercó más a mí y puso su mano en mi cintura.

−Buenas noches, amor −. Me susurró al oído y yo me estremecí.

−Buenas noches, amor −. Hablé con un poco de pena.








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